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lunes, junio 02, 2008

1,1,2,3,5,8... ¡14! (que diría Bono)

El otro día vi Los Crímenes de Oxford. Por favor, menudo truño. Yo recordaba al director Alex de la Iglesia mejor, por lo menos a mí en su momento me hizo mucha gracia El Día de la Bestia, y hay que recordar también el tipo de cine que se hacía en España por entonces -tan malo como el que se hace ahora, vamos-. Pero este thriller técnicamente correcto pero lamentable en todo lo demás, no me lo esperaba. Por no hablar de los actores, que no dan el pego de ninguna manera. Un Elijah Wood que nunca debió salir de La Comarca y una Leonor Watling cuyo papel se reduce a enseñar el culo -lo único que merece la pena en la película-, por mencionar sólo dos de los protagonistas.

Normalmente esta obra no me merecía ni un comentario, pero es que en la trama contiene algo que me saca de mis casillas, más que nada porque insulta mi inteligencia y la de todo el que la vea. Me refiero al más que manido tema de los misterios de las matemáticas, la lógica, los teoremas demostrados y sin demostrar, las series de números y, en general, todos esos acertijos matemáticos chorras, incluso infantiles en algunos casos, que se envuelven en un halo de misterio místico con el fin de encandilar al espectador o lector casual.

Y es que estoy harto de que cualquier misterio, ya sea fílmico o literario, se tenga que basar últimamente en cosas como la serie de Fibonacci o similares. Qué falta de imaginación, por favor. Esta sucesión de números, por si alguien a estas alturas no lo sabe aún, dice que cada número de la serie es la suma de los dos anteriores -véase el título de este post (que contiene un chiste, aviso)-. A parte de tener muchas propiedades matemáticas curiosas -miradlo en la Wikipedia, como hago yo-, este patrón se puede encontrar en la naturaleza ocasionalmente, lo que lo hace muy interesante, como en la forma de ordenarse las pipas en los girasoles. [chascarrillo]Supongo que esto se refiere a que primero te tomas una pipa, luego otra, luego dos y ya, sin darte cuenta, te acabas la bolsa entera en progresión Fibonacci[/chascarrillo].

La cuestión es que basándose en esta y en otras curiosidades y acertijos matemáticos; nos vemos inundados de obras que, cubriéndose de un halo de misterio y mística sobre natural e intelectual, nos están vendiendo una y otra vez los mismos manidos y viejos, porque mira que son viejos, temas. A mí me encantan las matemáticas y estas cosas, pero cuando se convierten en un recurso recurrente y efectista se vuelven una completa vulgaridad.

Como ejemplo de esto que digo podemos poner el inefable Código DaVinci, o la película Pi de Darren Aronofsky, adorada por una legión de frikis y que a mí, personalmente, me parece tan pedante como absurda. Por supuesto, nuestro cine patrio, siempre tan moderno, se ha apuntado al carro de la mística matemática con producciones tan horrendas como esta de Alex de la Iglesia o La Habitación de Fermat, esta última máximo ejemplo representativo -sólo podía ser made in Spain- que contiene absolutamente todos los tópicos que critico en este post.

Hoy he visto que ha salido un libro, entre muchos -otro es, por ejemplo, Los Crímenes del Número Primo, sin comentarios-, que versa sobre un misterio en torno a una supuesta décima sinfonía de Beethoven. Me apuesto lo que sea a que relata, entre otros fascinantes misterios, cómo el compositor alemán compuso esta inédita sinfonía siguiendo el patrón de la serie de Fibonacci.

Cosa que por cierto, y que añado como anécdota positiva, sí hizo el grupo de metal Tool con su tema Lateralus, haciendo que el ritmo de la batería siga este patrón y dando lugar, por otra parte, a un temazo. Pero es que Tool son mucho Tool.

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