Escuchando...

lunes, noviembre 26, 2007

Going to a Rufus concert

Tremendo el concierto de Rufus Wainwright en el Festival de Jazz de Cartagena el pasado 9 de noviembre. No tengo palabras. Pero que no cunda el pánico, intentaré encontrarlas. De hecho llevo días queriendo escribir sobre ello pero necesitaba tener un hueco lo suficientemente relajado como para concentrarme, porque de Rufus, claro, no se puede escribir de cualquier manera.

Llevo años escuchando su música, sobre todo los discos Want One y Want Two -que siempre me parecieron tan excesivos como maravillosos-, pero cuando realmente lo flipé fue con su último disco, Release The Stars -producido por Neil Tennant, de los Pet Shop Boys-, y su peloscomoescarpiador primer single Going To A Town. Así que en cuanto me enteré de que actuaba cerca corrí a comprar las entradas -30 euros y aún así acabé en última fila-.

El concierto lo comenzó precisamente con el tema que da título al disco que venía a presentarnos, y que fue toda una declaración de intenciones de por dónde iba a ir la cosa. Una vez colocada la banda Rufus apareció vestido con un traje chaqueta-pantalón rosa a rayas blancas verticales, y comenzó a cantar con esa voz incomparable que tiene acompañado de, además de los músicos, una bola de espejos que descendió sobre él para darle a la actuación más glamour si cabe. Tras este tema se sentó al piano y siguió directamente con el anteriormente mencionado Going To A Town, la que es una de mis favoritas y no pude evitar pensar que si se despachaba esa al principio el resto del concierto igual iba a ser más flojo. No pude estar más equivocado.

Una de las dudas que me rondaban por la cabeza mientras iba de camino era cómo iba a estar configurada la banda para interpretar en directo las barrocas orquestaciones de sus discos. Lo cierto es que, aún siendo amplia, vi una configuración más reducida de lo que esperaba. La verdad es que no me imaginaba cómo con un batería, un bajo y contrabajo, dos guitarristas y tres músicos a los vientos -además del piano de cola y la ocasional guitarra acústica y española de Rufus-, y sin ninguna cuerda, iban a poder tan siquiera acercarse al sonido del disco. Pero sí, lo cierto es que los vientos suplían perfectamente a las cuerdas y el sonido era tan genial y grandioso como era de esperar.

Además el nivel musical de la banda era tremendo. No sólo eran buenísimos cada uno en lo suyo, sino que algunos cambiaban según la canción de instrumentos de forma que uno de ellos lo mismo tocaba el saxofón, que la guitarra, que el piano de cola. Por no hablar del propio Rufus que, si bien chapurreaba más que correctamente la guitarra, me sorprendió como virtuoso del piano. No esperaba que fuera tan bueno.

La actuación estuvo centrada en los temas de Release The Stars, lo cual yo le agradecí mucho, presentándonos la marchosa Between My Legs, de estribillo impagable y para la cual subió una invitada del público a cantar con él la parte final; la preciosa Nobody's Off The Hook que interpretó al piano; o por último, por nombrar sólo algunas, la tremendísima Slideshow con la que a mí me daban ganas de saltar sobre las butacas, con ese estribillo tan infinito y grandilocuente que tiene.

Además también repasó otros temas emblemáticos de su carrera -aunque tengo que decir que eché de menos la estupenda versión que hace de Hallelujah de Leonard Cohen-, como I Don't Know What It Is, o The Art Teacher -preciosa, él solo al piano salvo cuando entra la trompa con su sonido tan evocador- o 14th Street con la que despidieron la segunda parte del concierto y en la cual los músicos se fueron retirando uno tras hacer un solo con su respectivo instrumento.

Porque una cosa que me llamó también mucho la atención fue la estructura del concierto. El espectáculo estaba dividido en tres partes. Entre la primera y la segunda hubo un descanso de unos quince o veinte minutos, y luego vinieron los bises, que más que bises, como digo, fueron una tercera parte más del concierto, que tuvo una duración total, incluido el descanso de, agarraos, tres horas.

En la segunda parte Rufus, para sorpresa de propios y extraños, abandonó el traje rosa para salir vestido de tirolés. Ahí es nada. Además de sus canciones aquí interpretó, junto a su madre que salió a acompañarlo al piano, algunas canciones de Judy Garland las cuales, según contó, estaban incluidas en un DVD homenaje a ella en el que Rufus las interpreta en directo.

Otro gran momento fue cuando nos dijo al público que iba a cantar un clásico irlandés y que, claro, eso había que cantarlo como se debía, es decir, sin micrófonos. Así que un grupo de músicos -vientos y contrabajo- se adelantó a primera línea del escenario, Rufus se apartó del micrófono y así, sin ningún tipo de amplificación, se cantó la canción cual tenor de ópera. Era increíble cómo su voz se oía perfectamente por todo el teatro, llenándolo y envolviéndonos sin ningún tipo de artificio de por medio.

Tras despedirse con 14th Street llegaron los bises. Rufus apareció envuelto en un albornoz blanco que lo cubría de la cabeza a los pies y se sentó al piano para interpretar de esa guisa las canciones. Más temas propios y de Judy Garland -incluido Somewhere Over The Rainbow, de El Mago de Oz, a piano y voz-.

En un momento dado le colocan una silla delante del escenario, él se sienta y comienza a ponerse anillos de brillantes, pendientes, zapatos de tacón y a pintarse los labios de rojo. Acto seguido apagan las luces y cuando las vuelven a encender están los músicos vestidos de traje y puestos en semicírculo alrededor de Rufus que, al fondo, está escondido tras otro de los músicos que lo tapa. Cuando empieza la música -en playback ya que todos están haciendo la coreografía- comienzan a interpretar Get Happy también de Judy Garland imitando tal cual la coreografía original.

Rufus se descubrió con un sombrero, una chaqueta negra larga cruzada que le hacía las veces de minifalda y unas eternas medias negras que le llegaban hasta los tacones. Era divertidísimo ver la torpeza bailando de unos músicos que estaba claro que no valían para eso, en algún momento llegué a temer que alguno se partiera la crisma allí mismo. Sencillamente genial, y en el público estábamos totalmente entregados, al final del número todos nos pusimos en pie a aplaudir a rabiar.

En resumen, casi tres horas de espectáculo, original, divertido, genial, con un nivel musical tanto en las composiciones como en la interpretación muy difícil de ver estos días...

Los 30 euros mejor gastados de mi vida.

martes, noviembre 06, 2007

Cassandra's Dream

No entiendo las críticas que se le han hecho a Cassandra's Dream, la última película de Woody Allen. Confieso que gracias a ellas fui a verla con mucho escepticismo, y quizá eso hizo que, al esperar tan poco, mi sensación final fuese quizá más positiva que en otras circunstancias. Eso y que la inmediatamente anterior, la floja Scoop, no era precisamente para tirar cohetes.

Pues bien, El Sueño de Casandra es una buena película que, en mi caso, me atrapó de principio a fin, arrastrándome a la bajada a los infiernos de los dos hermanos protagonistas.

Estamos, una vez más, ante la enésima revisión que hace el director neoyorquino de Crimen y Castigo de Dostoyevski. Y eso es lo único que se le puede criticar, como ya le critiqué a la magnífica Match Point: que se copia a sí mismo y que estas vueltas de tuerca pueden estar muy bien, pero que donde esté Delitos y Faltas que se quiten las demás.

A parte de eso Cassandra's Dream carece del glamour de Match Point, quizá porque lo nuevo de Allen no se ambienta en las clases más altas sino en un entorno de clase trabajadora, y eso, estéticamente, siempre viste menos. Si a esto le sumamos los toques de fino humor -del bueno- que salpican toda la película, y de los que Match Point carecía, puedo entender que dé la impresión de ser una obra menor. Pero es que sólo Woody Allen es capaz de contar un dramón de estas características y conseguir sacarte la sonrisa en lo que deberían ser los momentos más patéticos. Y creo que mucha gente no ha logrado entender lo que ha hecho el director: reírse con ironía de las bajezas del alma humana. Sin llegar a ser lo mejor de su carrera esta última obra es sin duda digna de mención y de tener en cuenta.

Aunque hay que reconocer también que no se sostendría del todo sin las excelentes interpretaciones de sus protagonistas. Ewan McGregor está realmente bien, como casi siempre, pero Colin Farrell está sencillamente genial, lo mejor de la película. Quizá algo sobreactuado, pero es que precisamente ahí está la gracia.

A todo esto hay que sumarle la preciosa banda sonora a cargo de Philip Glass que envuelve toda la película. Por fin Allen cambia el jazz por una partitura original que le da otro aire a su cine, y eso es de agradecer.

No siempre se puede rodar un Annie Hall, un Manhattan, un Hannah y sus Hermanas, un Desmontado a Harry o un Match Point -parece que va casi a peliculón por década-; pero si Cassandra's Dream es lo peor que sabe hacer Allen yo firmaba ya para veinte más como esta. He dicho.

viernes, noviembre 02, 2007

Después que canta el hombre

Por fin un concierto de Silvio Rodríguez del que salgo con muy, pero que muy, buen sabor de boca.

La primera vez que lo vi en directo fue en la gira que hizo junto a Luis Eduardo Aute hace casi diez años. El concierto al que yo asistí además fue el primero, y se notaba demasiado que no se lo habían preparado lo suficiente. Estaban completamente perdidos entre ellos, y Silvio estuvo serio y seco. Con decir que al final lo que más me gustó fue Aute lo digo todo. Además en aquella ocasión Silvio se acompañaba del excelente guitarrista Rey Guerra, lo que a priori debería ser positivo, pero un público ávido de que le den lo que quiere oír no recibió muy bien que se hicieran versiones tan alternativas como desconcertantes de temas como Ojalá. Bien por ver al trovador cubano por primera vez, pero en general fue decepcionante.

La siguiente vez que lo vi fue en la Fiesta del Partido Comunista de España en Madrid. Yo fui de los afortunados que estábamos relativamente cerca del escenario, y por lo tanto pudimos ver el concierto sin problemas. Pero no se puede decir lo mismo de los que se encontraban más atrás, porque Silvio obligó a la organización a no encender las pantallas para que no se pudiera grabar la actuación, o qué se yo. El cabreo de la gente fue mayúsculo. Si a eso le sumamos que al poco de empezar declaró que iba a tocar el último disco -Cita Con Ángeles, en mi opinión de los más flojos- del tirón, de la primera a la última canción, seguidas y en el mismo orden, podemos imaginar la estupefacción un público, que además de querer escuchar todos los clásicos, desconocía por completo en general el último trabajo. Otra pequeña decepción.

Pero afortunadamente esta vez el cantautor nos ha compensado con creces todas las experiencias anteriores. Rodeado por un excelente grupo de músicos -dos guitarras, un bajo acústico, un percusionista y una clarinetista- Silvio comenzó su concierto con El Necio, siguió con Quién Fuera y no paro de repasar los temas más emblemáticos de su larga carrera.

Especialmente emocionante para mí fue escuchar Canción Del Elegido, la primera vez que yo lo veía interpretarla en directo, con esos versos tan incendiarios:

Y comprendió que la guerra era la paz del futuro
lo más terrible se aprende enseguida
y lo hermoso nos cuesta la vida
la última vez lo vi irse entre humo y metralla
contento y desnudo
iba matando canallas
con su cañón de futuro

O cuando con motivo del 40 aniversario del asesinato del Che Guevara rescató América, Te Hablo de Ernesto, tema que sólo habíamos oído en versiones inéditas, y que contiene también unos versos para la historia:

Aunque lo entierren hondo,
aunque le cambien la cara,
aunque hablen de esperanza
y brille la mascarada,
llegará su fantasma
bien retratado en las balas.

Como excepción, y con motivo del reciente lanzamiento de un disco homenaje al también fundador de la nueva trova cubana Noel Nicolá -tristemente fallecido-. Silvio interpretó una pieza de éste que yo desconocía, y que por ser tan breve como hermosa voy a transcribir aquí:

Te perdono el montón de palabras
que has soplado en mi oído desde que te conozco.
Te perdono tus fotos y tus gatos,
tus comidas afuera, cervezas y cigarros, es más,
te perdono andar como tú andas,
tus zapatos de nube, tus dientes y tu pelo.
Te perdono los cientos de razones,
los miles de problemas, en fin, te perdono no amarme.
Lo que no te perdono es haberme besado con tanta alevosía.
Tengo testigos: un perro, la madrugada, el frío,
y eso sí que no te lo perdono,
pues si te lo perdono seguro que lo olvido.

También hubo tiempo para reivindicaciones políticas, como cuando leyó parte de un discurso de Danny Glover -que al parecer, además de participar en las fachosas Lethal Weapon y en engendros como Saw, es sorprendentemente un tío bastante comprometido en política- sobre los 5 cubanos detenidos injustamente en EEUU por defender legítimamente a Cuba. Un discurso que chapeau.

Por lo demás un clásico detrás de otro hasta el punto de que se me saltaban las lágrimas. Lo hicimos salir hasta cinco veces en los bises. El lema del público era "hasta que no toque el Ojalá no nos vamos", y aún después de eso lo hicimos salir otras dos veces hasta que prácticamente nos mandó a la cama cantándonos una nana.

Yo vi a un Silvio contento y en plena forma. Y si a eso le sumamos el hecho de que su último disco, Érase Que Se Era, es, además de doble, de lo mejor que ha editado últimamente, el resultado de la ecuación nos da que tenemos Silvio para rato.

Y yo que me alegro.