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jueves, abril 10, 2008

Some kind of monster

El otro día vi el documental Some Kind of Monster de Metallica, sobre la grabación de su, hasta ahora, último disco de estudio: St. Anger. Documental que me parece de obligado visionado para todo el que tenga algún interés en el mundo de la música rock, su industria y cómo son los grupos por dentro. Eso sí, si lo queréis ver os recomiendo que lo bajéis de Internet, para no darles ni un duro más del necesario a esta gente.

El documental en principio iba a ser un making of del disco, que supongo serviría a modo de promoción. Pero las tensiones dentro del grupo y la adicción al alcohol de James Hetfield hicieron que el proceso de grabación se retrasa mucho, posponiendo también el documental, que acabó siendo algo muy distinto a lo que se planteaba inicialmente. Yo no sé hasta que punto es pose o es real, pero a mí me parece bastante sincero. Hay que echarle narices para sacar un documental de estas características que más que glorificarlos los hunde en la miseria.

En primer lugar quedan retratados como lo que son: unos gilipollas. Sobre todo Lars Ulrich, el batería y, según mi impresión de siempre -que creo queda demostrada en el vídeo-, el que lleva las riendas del grupo. Responsable tanto de la creación de Metallica, como de la nefasta mezcla del, por otra parte, estupendo disco ...And Justice For All; o de la persecución a Napster en la que se enfrascaron, dejando su ya pobre imagen a la altura del betún -por mencionar sólo algunos hitos-. En Some Kind of Monster podemos verle emborrachándose mientras festeja la venta de su colección de cuadros por muchos millones de dólares. Qué asco de tío, por favor.

James Hetfield, cantante y guitarrista, no queda mucho mejor. Lamentable ver cómo se vanagloria de haber estado dos semanas en Rusia matando osos. A pesar de eso, y de que durante el documental no da precisamente la impresión de ser la persona más inteligente del planeta, se resarce con el empeño que le pone a desintoxicarse, y que retrasa considerablemente la grabación del disco, hasta el punto de que el resto de la banda duda del futuro del Metallica.

Por último está Kirk Hammett, que pasa más desapercibido y que me dio la impresión de ser un tanto panoli. La verdad es que en conjunto dan una imagen más cercana a la parodia de Spinal Tap que a la idea que podamos tener de uno de los grupos más grandes de la historia del heavy metal.

En el documental lo que se ve es un grupo de personas inseguras y dubitativas, que no se soportan -de hecho el bajista Jason Newsted abandonó el grupo poco antes por estas tensiones-, pero que están obligados a entenderse porque están inmersos en algo más grande que ellos y que les supera: la máquina de hacer dinero que es Metallica.

Hasta tal punto están mal las cosas que contratan a un psicólogo sacaperras especializado en estrellas con problemas -ya sé que suena a chiste- y comienzan a hacer terapia de grupo. Las escenas en torno a este aspecto en el documental son realmente patéticas; llegando a su punto álgido cuando, siguiendo los consejos del terapeuta, Lars se reúne con Dave Mustaine -ex guitarrista de Metallica y líder del famoso grupo Megadeth- para pedirle disculpas por haberlo echado del grupo y este último se lamenta como una nenaza de "lo que ha tenido que pasar" por haber sido expulsado de Metallica. Impagable.

También podemos ver el casting para incorporar a un nuevo bajista, al que se presentan gente como Jeordie White, alias Twiggy Ramirez, -ex Marilyn Manson- y Danny Lohner -ex Nine Inch Nails-. Y yo me quedaba a cuadros viendo como hacían esta audición músicos de un nivel bueno para NIN o Manson, pero ni de lejos a la altura técnica de Metallica. Menos mal que al final cogieron a Robert Trujillo, que sí parece que sabe tocar el bajo.

En el aspecto musical vemos como por primera vez se esfuerzan en abrirse al resto de miembros del grupo a la hora de la composición dejando sus egos un poco a un lado, todo lo contrario de lo que al parecer sucedía hasta el momento, que ninguno podía influir en el trabajo de los otros. Vemos cómo componen la música en largas sesiones de improvisación -jams- y cómo hacen las letras en conjunto a base de tormentas de ideas; lo que a mi entender da la impresión de que es lo menos importante, priman las frases resultonas antes que el sentido o la coherencia de las letras -casi da penita ver a James Hetfield defender una de las más personales para él, Temptation, y cómo el resto del grupo la rechaza por no ir en la línea del disco-.

Es por este tipo de cosas por lo que me parece fundamental este documental. Las luchas de egos y la parte de la composición a lo "pico y pala", nada glamurosa y totalmente opuesta a la imagen que se suele tener idealizada del proceso creativo de los grandes artistas, son típicas en todos los grupos. Y es que, niños y niñas, el mundo del rock es así. En su mayor parte, salvo honrosas excepciones, los grupos están formados por catetos con mayor o menor técnica musical, con poco o nada que decir pero con algún gusto para las frases resultonas y, sobre todo -cuanto más grande el grupo peor-, inmersos en un gran negocio que mueve mucho dinero y que está por encima de todo lo demás. Este documental es ideal para dar el paso de niño que aún piensa que su papá es Dios y que lo hace todo bien, a adolescente que descubre que sus padres son tontos del culo. ¿Qué vamos a hacer ahora con las sudaderas y los posters que tenemos en la pared? Yo personalmente estoy en la fase de pensar de que mis padres no son perfectos pero también tienen su mérito y sus cosas buenas.

Por eso, por muy gilipollas que sean los miembros de Metallica, me sigue gustando su música -a excepción de los infumables Load y Reload-. Porque Metallica ha sabido evolucionar y adaptarse a los tiempos, han sabido sobrevivir y seguir siendo grandes. No como la mayoría de los grupos heavys de su época que ahora a lo más que pueden aspirar es a participar en el Lorca Rock. Arriesgaron, y acertaron de pleno, con el Álbum Negro, con Kirk incorporando el uso del pedal de wah-wah en la guitarra, algo que sin duda chirría en el mundo del metal. Evolucionaron hacia un sonido más comercial con los anteriormente mencionados Load y Reload y la cagaron totalmente, pero por lo menos no se estancaron.

El documental Some Kind Of Monster nos enseña el proceso de creación de su último disco. Y St. Anger, en mi opinión, los redime totalmente en lo musical. Un disco cargado de energía, de metal y de rabia. Con una batería y unas guitarras de una contundencia inigualable y a la vez novedosa. Una de las cosas que me llamaron la atención las primeras veces que lo escuché -y que es una de las razones por las que lo valoro- es el hecho de que el grupo más importante del metal, con uno de los guitarristas más influyentes por su técnica, no incluya en su último disco ni un solo de guitarra, ni uno. ¡Bravo! Bien por ellos. Y encima he tenido la oportunidad, gracias a este documental, de asistir al debate de cómo llegan a tomar esa decisión. Sólo por eso eso para mí merece la pena.