Escuchando...

miércoles, julio 19, 2006

This is me at my most masochistic

Recientemente he vuelto a revisar la cinta Kill Bill (vol.1 & vol.2) de Quentin Tarantino, y he de decir que me quito el sombrero, cada día me gusta más. Me declaro fan de Tarantino desde el día que vi en el cine Pulp Fiction y me quedé con la boca abierta. Tremendo film, seguramente su mejor película. Más tarde fui viendo las demás, que en total sólo suman cuatro hasta la fecha -Kill Bill la cuento como una-, ya sea yendo al estreno, como en el caso de la decepcionante Jackie Brown, o trincando el DVD, como fue el caso de la magnífica Reservoir Dogs.

A pesar de que me encanta como director tengo que decir que me parece que está algo sobrevalorado en general. Es decir, es evidente que sus dos primeras películas marcaron época, sorprendieron a muchos y lo lanzaron como uno de los directores más interesantes de los 90s -o directamente el más interesante, dada la fama que ha llegado a alcanzar-; pero cuatro películas en su filmografía son demasiado pocas para poder valorar una trayectoria hasta el punto de poder hablar de genialidad o maestría. Sobre todo cuando una de ellas es Jackie Brown, una película que hay que ver, seguramente imprescindible, pero sobre la cual no se me ocurre ningún argumento para dedicarle un segundo visionado. Además, hay que reconocer que los proyectos en los que, entre película y película, se ha embarcado como co-director y/o guionista no han sido especialmente brillantes.

En esas más o menos estaba yo cuando llegó Kill Bill Vol.1. Y tengo que decir que, cuando pensaba que Tarantino no volvería a levantar cabeza, me sorprendió gratamente. Eché de menos esos diálogos tan característicos del director y me pareció más superficial que las anteriores, pero me impactó. Ahora, vistas las dos partes, me resisto a valorarlas independientemente porque en realidad son una sola película. Lo de dividirlas en dos partes es una cuestión comercial -brillante para director y productores- que no viene al caso y poco, algo pero poco, tiene que ver con el resultado artístico final. (Si Peter Jackson hubiera dividido El Señor de los Anillos en seis partes de noventa minutos habría duplicado literalmente la taquilla, hay que ser primo...).

Vistas en conjunto y con la perspectiva del tiempo, lo primero que me llama la atención es el cambio de foco de Tarantino con respecto al resto de sus películas. Me explico. Es cierto que Kill Bill lleva el sello inconfundible del director: violencia, humor negro, referencias frikis al cine de serie B, la música como elemento central, etc. Pero por una vez los diálogos entre los personajes no son el centro de la película. Los hay, pocos pero buenos, pero no tienen el papel preponderante de antaño. Lo cual, una vez pasado el momento inicial, no me parece del todo mal. ¿Hasta cuándo se puede estirar el mismo esquema sin agotarse? Sobre todo cuando en Jackie Brown ya había dado muestras de no dar más de sí.

Kill Bill se centra sin embargo más en la imagen y la estética, es decir, el cine en estado puro, usando para ello un derroche de recursos cinematográficos que van desde la animación manga hasta el uso plenamente justificado de distintos tipos de blanco y negro. La fotografía, los escenarios y las coreografías unidas a la perfección con la excelente música -seguramente su mejor banda sonora- son de una fuerza estética innegable.

Sobre todo en la primera parte, donde Tarantino relega la historia a ser un mero trasfondo del despliegue visual con el que nos deleita. Desde la imagen de La Novia -una inmensa Uma Thurman, que además es co-creadora del personaje- ensangrentada a punto de recibir un disparo en la cabeza, pasando por la historia de O-Ren Ishii -donde animación y música se funden a la perfección-, hasta llegar al sangriento desenlace final. Este último es el plato fuerte del vol.1, como toda película que se precie, y Tarantino se recrea en él, y se nota que es alguien que siempre ha querido rodar una escena como ésta -y yo verla-, y que por fin lo está haciendo. Dos fantásticos travelling de esos que hacen historia en el cine -otra vez la música es la pieza clave- hacen de prólogo para lo que va a ser una larga y fantástica escena de acción, violencia y, sobre todo, mucha sangre. Pero el director es consciente de que tanta sangre acabará saturando al espectador dada la duración de la escena y, una vez presentada la crueldad gore del enfrentamiento, enseguida pasa al blanco y negro. Ahora que el rojo-sangre ya no molesta podemos disfrutar de la acción en sí misma, de las acrobacias imposibles típicas del género y de la coreografía -según dicen este recurso lo utilizó para que no le censuraran la cinta en los EEUU por explícita, y que la versión japonesa es toda en color, pero aún así a mí me parece un acierto estilístico el uso del b/n-. Como punto final, ya en color, Tarantino nos deleita con un escenario ideal de un jardín nipón nevado donde culmina el enfrentamiento entre las protagonistas. Como he dicho, un goce visual.

En la segunda parte, la obligada necesidad de explicase, y de no saturarnos con eternas escenas de acción, nos lleva a una película de corte más clásico, donde se cuenta una historia, se encajan las piezas de la anterior y se pone todo orden. Al vol.2 lo caracteriza más la sutileza, tanto en las escenas de acción, que son mínimas y cada una se resuelve de una forma tan distinta y original como rápida; como en los diálogos: se dice poco, pero lo poco que se dice dice mucho. Desde la historia de Pai Mei y "los 5 puntos de presión para estallar un corazón" -que para mí, además de una referencia a las pelis frikis de kung-fu, es una metáfora exquisita-, hasta el diálogo en el que Budd le pregunta a Elle: "which "R" are you filled with: Relief or Regret?", el cual justifica plenamente el epílogo final, que hasta que caí en la cuenta siempre me pareció innecesario, ya que en mi opinión rompía el clímax dramático. Ahora no, claro, ahora creo que precisamente esos detalles tan sutiles -anteriormente Tarantino siempre ha sido mucho más explícito, el cambio es de agradecer-, son los que le dan a los personajes un toque algo más profundo de lo que parecen a simple vista. ¿Quién dijo que eran planos?

Creo que Kill Bill tiene todos los elementos para ser una película de ésas que se disfrutan de principio a fin. Una heroína buscando justicia/venganza, un trasfondo mitológico, un homenaje a las películas del género desde el respeto y la admiración, pero a la vez desde un punto de vista irónico y cómico -con ese humor a veces tan negro marca de la casa-, que hacen que el espectador no se la tome del todo en serio y pueda disfrutarla como lo que es: un grandioso espectáculo. Y sobre todo una lección de dirección, de técnica, de ritmo y de recursos cinematográficos. No dudo que Kill Bill será -si no lo es ya- de obligado visionado y materia de examen en toda escuela de cine que se precie.

miércoles, julio 12, 2006

El cine de Woody Allen es como todo lo demás

Estamos de enhorabuena, La 2 está haciendo un ciclo de Woody Allen todos los miércoles de este verano. También es cierto que lo hacen de vez en cuando -yo recuerdo ciclos de Allen en la tele desde que tengo uso de razón-, pero aún así siempre es una buena noticia. Y es que todavía hay mucha gente que no conoce el cine del que es, posiblemente, el mejor director vivo que hay en la actualidad -y no digo el mejor de todos los tiempos porque hoy no me siento muy valiente-, y este tipo de ciclos siempre ayudan a darlo a conocer a las "nuevas generaciones".

El problema que yo le veo es la elección de las películas que se van a emitir, ya que se centran en las de la última década -de mediados de los 90s hasta ahora-. No es que las de esta etapa sean malas, pero sí son, en general, más ligeras que la mayoría de las anteriores; y quizá para darlo a conocer no sean los mejores ejemplos. Por otra parte entiendo que los clásicos de Woody Allen ya se han proyectado mil y una veces en incontables ciclos anteriores, y que quizá muchas de las películas anunciadas para éste no se habían emitido antes en la televisión pública.

Pues bien, aprovechando que el Tajo pasa por Pisuerga, voy a hablar de esta última etapa del cine de Allen que, como ya he dicho, no es la mejor, pero tiene sus momentos. Y es que buena parte de la producción del cineasta neoyorquino de los últimos años ha dependido de un contrato con Dreamworks - la productora de Spielberg-, que, entre otras cosas, le revisaba los guiones antes de aprobarlos. Lo que ha sido una de la razones, una vez finalizado el contrato, de venirse a rodar a Europa donde, además de hacerle estatuas, le dejan total libertad.

Esta etapa yo la encuadro entre Celebrity (1998) -que se emite hoy en La 2- y Melinda y Melinda (2004) -ambas incluidas-, pero, ya que la pusieron en el ciclo la semana pasada, voy a empezar hablando de Desmontando a Harry (1997), aunque para mí no es la primera de una etapa, sino la última de la anterior, pero bueno.

En mi opinión Desmontando a Harry es la última gran película de Woody Allen -que me perdonen los fans de la reciente y excelente, aunque algo sobrevalorada, Match Point-. Una Obra Maestra -las mayúsculas son a caso hecho- en la que el director está en su mejor momento, con un guión inteligentísimo a la par que divertidísimo, basado en un homenaje a Fresas Salvajes, el clásico de Ingmar Bergman -esto lo descubrí recientemente al ver la película del director sueco-. El montaje, muy en su línea pero yendo más allá, nos transmite a base de continuos cortes y saltos, el caos y la inestabilidad de su protagonista -encarnado por el propio Allen-; y los efectos especiales, cosa poco común en su cine, sirven también para hacer chistes tan inteligentes como hilarantes, como en el que Robin Williams está "desenfocado". Una película genial que recomiendo encarecidamente.

Tras ésta rodó Celebrity, una de las más flojas en mi opinión, no porque la película sea mala, sino porque Kenneth Branagh no convence en un papel hecho a la medida del propio Allen, y que seguramente no interpretó él mismo porque era para una persona mucho más joven.

A Celebrity le sigue Sweet and Lowdown -traducida en España por Acordes y Desacuerdos, sin comentarios-. Sean Penn está estupendo en lo que, para mí y a pesar de algún que otro chiste ocasional, es una de las películas más dramáticas del director neoyorquino, de las que más me llegan -quizá porque el protagonista es un guitarrista y un gilipollas-. La escena en la que rompe la guitarra me parte el alma.

A partir de aquí comienza el contrato con Dreamworks. La primera película, Granujas de Medio Pelo, es entretenida y divertida, pero inusualmente ligera, lo que nos indica por dónde van a ir los tiros con la productora propiedad del ñoño de Steven Spielberg. La Maldición del Escorpión de Jade es, siguiendo esta misma línea, divertidísima y sin duda la mejor de esta etapa. Tras ella nos presenta Un Final Made In Hollywood, una película muy divertida llena de gags hilarantes pero en la que comente el error de hacerla demasiado larga, un error que él mismo había criticado otras veces cuando decía que "no había ninguna razón para que una película durara más de 90 minutos", a lo que por cierto se ciñó durante muchos años, pero se ve que aquí se le olvidó. Lo mejor de Hollywood Endings es sin duda el final, al que aún sigo dándole vueltas y dudando de si se reía con nosotros o de nosotros -los europeos-.

La última película con Dreamworks fue Todo Lo Demás, protagonizada por una estupenda, y crecidita, Christina Ricci -Miércoles en La Familia Adams-. No tan superficial como las inmediatamente anteriores, pero en la línea ligera que le marca la productora. A mí me gustó bastante, y de ella me quedo con la frase que le da título: "La vida es... como todo lo demás".

Esta etapa la cierro con Melinda & Melinda, interesante film, pero posiblemente la peor de sus películas en muchos años. Ciertamente recomendaría cualquier otra antes que ésta. Afortunadamente la nueva etapa europea de Woody Allen no ha podido comenzar mejor con la estupenda Match Point, en la que el director vuelve a su cine más serio. Ahora nos queda esperar hasta otoño para el estreno en las salas españolas de Scoop -aún sin título traducido, veremos qué sorpresa nos dan-, película que parece que va a ser otra comedia al más puro estilo Allen y en la que repite con Scarlett Johansson además de volver a encarnar él mismo un papel protagonista.

La mayoría, sino todas, de las películas de esta última etapa que he comentado ligeramente aquí, se podrán ver en el ciclo de La 2. No dejéis de verlo aquellos que no conozcáis bien el cine de Woody Allen, porque merece la pena. Y si os gusta no dudéis en revisar los clásicos, porque encontraréis verdaderas joyas y obras maestras, a las que ya les iré dedicando en el futuro sus respectivos post.

Sólo para hablar de Annie Hall correrán ríos de píxeles.

miércoles, julio 05, 2006

Manderlay

El otro día vi por fin Manderlay, después de los dolores, porque, efectivamente, dicha película no ha sido estrenada en los cines de mi ciudad. Luego habrá quien se queje porque la gente no va al cine, pero es normal buscarse alternativas cuando la oferta es tan pésima. Y yo vivo en una gran ciudad, aún me puedo dar con un canto en los dientes.

Bueno, vamos al grano: me decepcionó. En resumidas cuentas es el mismo patrón de Dogville pero sin la novedad, sin una trama tan interesante y sin la presencia interpretativa de Nicole Kidman -no es que Bryce Dallas Howard lo haga mal, pero vamos, no hay color-. Cierto es que, apesar de sus más de dos horas de duración, no se hace pesada y se deja ver, que el oficio que tiene Lars von Trier se nota. Pero me pareció bastante insulsa, apesar de que el mensaje, la moraleja del cuento, que el director nos quiere transmitir no deja de ser polémico e interesante. Sin meterme a destripar el argumento para no chafársela a nadie, sólo diré que me recuerda a aquel verso de Silvio: "¿hasta dónde debemos practicar las verdades? / ¿hasta dónde sabemos?".

Pero en definitiva no hace más que seguir la línea de Dogville -en teoría eso tiene su sentido ya que es una trilogía centrada en el mismo personaje protagonista, Grace, y de la que aún queda otra entrega-, y aunque tiene sus puntos a favor es la primera vez en mucho tiempo que me decepciona una película de von Trier. Porque sus últimos films, desde Rompiendo Las Olas hasta Dogville, me han parecido todas ellas obras maestras, y siendo sincero, creo que aquí ha pinchado.

El problema que le veo a Lars von Trier es que es un director demasiado guay como para permitirse un fracaso, porque puede ser presa fácil de todos los que le tiene ganas desde hace tiempo. Me explico. Todo ese rollo pedante del Dogma 95 que se inevntaron él y su amigo Thomas Vinterberg -cuya primera muestra fue la excelente Celebración de este último-. siempre me ha parecido una gilipollez. Ponerle normas al arte y autolimitarse me parece un despropósico sólo explicable si el fin no es hacer buenas películas, sino tirarse el rollo e ir de cineastas guays por la vida.

Pero entonces, si lo del Dogma es una tontería, ¿cómo es que estos directores han sobrevivido a él y hasta han tenido éxito? La respuesta es muy sencilla: saltándoselo. Efectivamente, las mejores películas de estos directores las han hecho violando las reglas que ellos mismos se habían autoimpuesto. Y lo cierto es que, salvo excepciones, como la estúpida y pseudoporno Los Idiotas, las películas de von Trier eran tan buenas que no nos quedaba más remedio que quitarnos el sombrero y tragarnos la chorrada del Dogma.

Sin embargo ahora estoy cambiando de opinión y estoy empezando a pensar que están de capa caída. El primer ejemplo que me hizo pensarlo fue la película de Vinterberg Dear Wendy con guión de Lars von Trier: una tomadura de pelo en un escenario casi tan minimalista como el de Dogville. Luego vi 5 Condiciones, una especie de documental/ensayo experimental sobre un corto del director Jorgen Leth. La premisa es interesante -también jugando con las restricciones y las normas, y hasta dónde se puede llegar con ellas-, pero el resultado es una paranoia a la que supongo que sólo ellos le verían la gracia.

En cualquier caso ninguna de ellas era un auténtico proyecto personal de Lars, y yo esperaba con ansia el extreno de Manderlay -hubiera ido a verla al cine si se hubieran dignado de proyectarla en mi ciudad-. Y la decepción no ha podido se mayor. No es mala, claro, pero comparada con otras del director, o simplemente, con la propia Dogville, primera parte de la trilogía, se queda en una obra muy menor.

Por supuesto veré la tercera parte, pero o remonta o lo bajo del pedestal de mis directores favoritos. Dicho está.