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lunes, octubre 16, 2006

De decepción en decepción

Dos películas que llevaba tiempo queriendo ver han supuesto para mí una gran decepción. La primera de ella ha sido Hard Candy, la cual tengo en mi lista de "pelis por ver" desde hace meses, desde que leí las críticas que la ponían por las nubes. El tema de los abusos infantiles es siempre un tema polémico y difícil de tratar en la gran pantalla, aunque parece que se está poniendo de moda: una película sobre pederastas tiene la controversia asegurada, y con ella una buena publicidad. Ejemplos de films valientes, y que a la vez salgan airosos del trance de meterse en un tema tan espinoso, para mí son El Leñador y la inclasificable Palíndromos.

Sin embargo Hard Candy no creo que tenga la misma suerte que las anteriores. De tan provocadora que quiere ser acaba resultando desagradable y totalmente inverosímil. Lo que hace que la moralina que se nos quiere transmitir quede desvirtuada por completo. Además, el concepto central de la película me recuerda demasiado a La Muerte y la Doncella de Roman Polanski, solo que aquí en vez de ser el tema la violación política es la violación infantil. Por cierto que este actor y director de cine es explícitamente mencionado en la película -aunque por otras razones-, pero no sé, igual es una forma de reconocer que se han basado en él para ciertas cosas.

Yo sin duda prefiero a Polanski de aquí a Lima y tengo que decir que Hard Candy me decepcionó bastante. De los efectos videocliperos no voy a hablar, porque para qué...

La otra película que ha completado mi semana de decepciones es El Asesinato de Richard Nixon. Protagonizada por Sean Penn, actor que cada día me gusta más, prometía mucho, y sin embargo es un tostón sin demasiado sentido.

La cinta parece tener -y digo "parece" porque no lo tengo nada claro- algún tipo de mensaje social, de crítica al sistema. El Asesinato de Richard Nixon es el retrato de un loser -ese concepto tan americano-, un personaje gris y sin expectativas que nunca alcanzará el american dream, y que conforme va avanzando la película va siendo cada vez más consciente de ese hecho, lo que lo conduce directamente a la locura.

Y aquí es donde pincha, porque al final la sensación que me queda es que me han contado la historia de un chalado sin ningún interés, dudando si el mensaje es que el sistema arrincona a tipos como este, o que solo los inadaptados critican a un sistema que, por otra parte, no tiene demasiadas pegas. Yo me inclino por pensar simplemente que la película carece de un mensaje definido, o mínimamente interesante, y que en cualquiera de los casos es un peñazo.

Lo mejor, como siempre, el minúsculo -y desaprovechadísimo- papel de Naomi Watts.

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