Otra película que he conseguido ver en mi titánica lucha por ver ciertos estrenos en pantalla grande ha sido
Buenas noches y buena suerte (y digo titánica porque ya van tres semanas sin que estrenen Manderlay, y a este paso puede que nunca llegue a las salas de mi ciudad, no sería la primera vez que pasa algo así).
La película de
George Clooney se centra en plena caza de brujas, en los momentos en que artistas y profesionales eran sometidos a la mayor persecución por parte del senador
McCarthy. La paranoia de este personaje, y por extensión de gran parte de la sociedad norteamericana de entonces, con respecto al peligro que suponía el comunismo llegó a extremos grotescos. Si eras sospechoso de ser comunista perdías directamente el trabajo y cualquier posibilidad de encontrar otro. Con ser sospechoso bastaba, porque no hacían falta pruebas para condenar a alguien. Y más que eso, si un familiar tuyo podía ser sospechoso de haber tenido alguna vez algún contacto con organizaciones obreras tú podías perder el trabajo igualmente, sin juicio, sin pruebas. Ni falta que hacía.
Con este telón de fondo
Buenas noches y buena suerte nos narra el enfrentamiento que mantuvieron un grupo de periodistas con McCarthy. Ante las flagrantes injusticias que se estaban cometiendo, y el ambiente de desconfianza y miedo que esta situación estaba generando en todo el país, sobre todo entre artistas y profesionales de la comunicación; un programa de la CBS tomó partido por denunciar la situación a pesar de las presiones y los ataques que cada vez iban siendo más duros y más directos.
Clooney nos narra la historia con un ritmo perfecto y un rigor excepcional. Filmada en blanco y negro es de esas raras excepciones en que el uso de este recurso está plenamente justificado y no es, como ironizaba
Woody Allen en su película
Celebrity (rodada también en b/n), una forma que tienen los directores pretenciosos de parecer intelectuales. Todo lo contrario. La fotografía es realmente impresionante. El uso de los contrastes y de los juegos de luz dan la sensación de estar viendo cine del bueno, de ése que ya es un clásico incluso antes de estrenarse. El blanco y negro hace que las imágenes documentales de las intervenciones del senador McCarthy se integren perfectamente en la película, dando una impresión general de realidad muy conseguida.
Porque
Buenas noches y buena suerte es, en buena parte, también un documental. Un alto porcentaje del metraje está compuesto por documentos audiovisuales originales de la época, incluyendo testimonios de afectados, declaraciones de McCarthy, juicios públicos, etc. Al enfocar la película pensaron que si hacían una adaptación dramática de todo eso, y si al senador lo interpretaba un actor, nadie se creería que realmente se dijo lo que se dijo y las cosas pasaron tal y como se narran. La única forma de que no hubiera posibilidad de duda era integrar en la película directamente las declaraciones de McCarthy dichas por él mismo. Hay veces que la realidad supera con creces a la ficción, y es mucho más increíble.
Hay que reconocer que es valiente abordar de lleno este tema. La caza de brujas es todavía un tema que levanta ampollas en Hollywood. Aún recuerdo el revuelo que se formó hace no mucho cuando se le otorgó a
Elia Kazan, infame delator de compañeros, el Oscar honorífico. En aquella ceremonia se visualizó claramente la división de opiniones que aún hoy en día existe en la meca del cine, escenificada por los que se levantaron a aplaudir y los que no. Nunca se me borrará de la memoria la imponente imagen de
Nick Nolte sentado de brazos cruzados en señal de protesta.
También es cierto que no es la primera película que se hacer sobre este tema. La novela de Arthur Miller
Las brujas de Salem se ha llevado varias veces al cine y la televisión, aunque con poca fortuna en general. En ella Miller, que había sido víctima de McCarthy, basándose en un hecho real hace una metáfora crítica sobre la persecución a la que estaban sometidos. Pero para mí el film más interesante que se ha hecho sobre el tema hasta la fecha ha sido
La tapadera, dirigida por
Martin Ritt y protagonizada por
Woody Allen. Absolutamente recomendable para quién no la haya visto.
Pero la película de Clooney no es sólo una denuncia sobre la caza de brujas, sino que va más allá que eso, es un retrato del mundo de la televisión en sus comienzos. Desde dentro se nos muestra por un lado un tipo de periodismo al que ya no estamos acostumbrados, íntegro y comprometido, un periodismo que actualmente ha perdido la batalla frente a la otra cara de la moneda de la televisión: los intereses económicos. Hecho que, por otro lado,
Buenas noches y buena suerte refleja a la perfección. Ya desde los comienzos de la televisión quienes mandaban eran los anunciantes y patrocinadores, y para una cadena siempre será más cómodo y rentable producir programas vacuos de puro entretenimiento que incómodos programas comprometidos.
En el centro de este conflicto de intereses y de todas las presiones se encontraba el periodista y presentador
Edward R. Murrow interpretado magistralmente por
David Strathairn. No conozco al personaje real en el que se basa su caracterización, pero reconozco una buena actuación cuando la veo. Su presencia en la pantalla, su rostro serio, impertérrito, transmite sin apenas gestos una energía tremenda. A lo que también ayuda, hay que reconocerlo, los primeros planos envueltos en sombras con los que Clooney se recrea. Yo le daba el Oscar al mejor actor sin dudarlo (lo digo sin haber visto
Capote, que dicen que
Philip Seymour Hoffman, un actor que me encanta, hace un papelón).
En definitiva, me quito el sombrero ante Clooney. Ha hecho un peliculón. Lo cierto es que en su primera película,
Confesiones de una mente peligrosa, como director ya apuntaba maneras. La elección de un guión de
Charlie Kaufman era toda una declaración de intenciones de por dónde iba a ir su cine y por dónde no iba a ir. En vez de tomar el camino fácil y aprovechar su tirón como
guaperas oficial de Hollywood, George Clooney se ha estado embarcando últimamente, como actor y como director, en proyectos muy interesantes. Además de sus dos películas como director, ha participado en dos de las últimas películas de los hermanos
Coen, ha protagonizado la nada comercial
Solaris, y ahora están a punto de estrenar la prometedora
Syriana, en la que encarna a un agente de la CIA, para lo que tuvo que engordar unos cuantos kilos.
No pretendo comparar
Buenas noches y buena suerte con
Brokeback Mountain, porque no tienen nada que ver, son dos películas muy diferentes. Pero el hecho de que yo las haya visto en el cine tan seguidas hace que no pueda ignorar las sensaciones que me produjeron, y es que con la de Clooney me quedé atrapado desde el primer minuto. Sin tener nada que ver con una película, digamos, trepidante, consiguió tenerme pegado a la butaca. La de Ang Lee, siendo realmente buena como he dicho en el otro post, me enganchó algo menos.
Quién me iba a decir a mí que acabaría hablando tan bien del medicucho guaperas de Urgencias. Lo que es la vida.