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jueves, febrero 26, 2009

¡Viva la Pepa!

Coldplay, un grupo que no me interesa en absoluto, han sido acusados por Joe Satriani de plagio, hasta tal punto que creo que va a ir a los tribunales. Según este último la canción Viva La Vida del grupo inglés es un plagio de su tema If I Could Fly. Así que yo, raudo y veloz, corrí a comparar ambas canciones a ver si efectivamente era así. Y a mi juicio desde luego que lo es. Descaradísimo.

Aquí entramos en el debate de qué es plagio y qué no. Hay quien dice, no sin cierta razón, que la mayoría de las canciones pop-rock se basan en las mismas progresiones de acordes y que, por lo tanto, si consideramos que una es un plagio tendríamos que hacerlo extensible a todas las demás. Para ejemplificar esto corre un vídeo por Internet de lo más esclarecedor, en el que sobre la misma progresión de cuatro acordes se cantan los estribillos de muchas canciones famosas. ¿Significa eso que se han plagiado los unos a los otros? No, y voy a explicar por qué.

Primero hay que diferenciar entre armonía, tempo, ritmo y melodía. La armonía es el armazón sonoro que sostiene a la melodía o melodías, mientras que tempo y ritmo son propiedades que aunque influyen mucho en el resultado final no cambian la esencia de la canción. Por eso se pueden hacer distintas versiones de una misma canción cambiando el tempo y el ritmo, pero no significativamente la armonía y la melodía, porque si no dejaría de ser el tema original, sería otra cosa.

La armonía tiene sus reglas estudiadas desde hace cientos de años y de una precisión matemática. Hay cosas que funcionan y cosas que no. Por ejemplo, en una escala tonal típica de ocho notas, la sucesión de los acordes mayores I, IV y V siempre queda bien. ¿Adivináis de qué progresión se trata? Efectivamente, casi todos los blues y los rock'n'roll se pueden tocar únicamente con esos mismos tres acordes. Otro ejemplo es el de los cuatro acordes del vídeo que he mencionado antes, que en definitiva no es más que una extensión de la progresión anterior añadiéndole la VI menor, que es el acorde relativo de la tonalidad (I) y estrechamente ligado a esta. Un ejemplo más, un pelín más complejo -lo cual no es decir mucho-, es el famoso canon de Pachelbel, os sorprendería ver cuántos temas de pop-rock se basan, nota por nota, en dicha obra.

Pero, ¿por qué digo que esto no es plagio? Pues bien, porque lo maravilloso de la música es que sobre unas -hasta cierto punto- sencillas reglas comunes, en este caso las de la armonía, se pueden construir infinidad de melodías diferentes, y cuando digo infinidad lo digo literalmente. Aunque es cierto que en concreto el blues y el rock'n'roll son estilos que se mueven en lugares comunes con pocas variaciones, lo cierto es que más allá de eso, desde Dylan y los Beatles hasta U2 y Radiohead -por nombrar algunos-, se han basado en las mismas progresiones y nadie diría que se plagian los unos a los otros. Todo lo más, y en algún caso sería cierto, que se inspiran un poco de más.

La clave pues está en la melodía. De hecho una misma melodía puede tener distintas armonías y aún así seguirá siendo la misma. Pero al revés no pasa, una misma progresión armónica con distintas melodías son cosas diferentes, se mire como se mire.

Y vuelvo a la polémica entre Satriani y Coldplay. Estos últimos en su tema Viva La Vida copian nota por nota no sólo la armonía -eso sí, la cambian de tonalidad, qué listos-, sino que también lo hacen con la melodía en uno de los plagios más descarados que he visto en mucho tiempo.

La verdad es que -y esto daría para otro post- vivimos una de las épocas menos imaginativas en lo que a música pop-rock se refiere. Una lástima.

miércoles, febrero 25, 2009

Right or Wrong?


Depeche Mode saca nuevo disco en abril y yo lo espero con avidez y, por qué no decirlo, cierto escepticismo. Sounds Of The Universe es el pomposo título del álbum, algo a lo que por cierto nos tienen acostumbrados y no está exento de cierto sentido del humor; aunque no sé si ahora se lo podrán permitir como en tiempos del Music For The Masses.

El primer single promocional es Wrong y todavía no sé si me gusta o no. Han optado por un tema cañero para empezar y la verdad es que no está nada mal, pero peca de simplón. A mí me gusta porque soy un fan cuasi incondicional de la banda y por gustarme me gusta hasta la última de sus caras B de singles. Y eso es precisamente lo que parece Wrong, una buena cara B que al no ir finalmente incluida en el disco no ha recibido la debida producción.

Pero no, Wrong es el primer single y la verdad, aunque no me desagrada y desde luego es mejor que el inmediatamente anterior -Martyr, una patata que sacaron para su último y enésimo recopilatorio-; le falta algo. Le falta profundidad, no sólo en la letra, que también; sino en la elaboración sonora. En serio, se hace urgente que Alan Wilder vuelva a Depeche Mode.

De todas formas el tema tiene su punto y no sé si me cansaré rápido de él o si me va gustando cada vez más. Por otra parte habrá que escucharlo en el contexto del disco porque, salvo en pocas excepciones, normalmente el contenido del álbum suele ser mejor que el primer single.

Eso sí, el vídeo mola. :)

martes, febrero 24, 2009

La línea del horizonte, punto por punto

Tengo que reconocer, manque me pese, que me está gustando lo nuevo de U2. Por lo menos, y en una primera escucha, no me está sonando a música de ascensores, como sus dos anteriores discos. Eso no quiere decir que no le encuentre pegas y que no me vaya a explayar con ellas en este post.

No Line On The Horizon empieza bien con el corte que da título al álbum, una canción machosilla y roquera, eso sí, basada casi exactamente en el mismo riff de guitarra de The Fly pero aquí en segundo plano, para que no se note mucho; y con un estribillo más lento y algo melancólico que rompe de forma bastante acertada la dinámica de la canción. Buena.

Le sigue Marnificent, el típico tema popero made in U2, con la típica guitarra de The Egde y el típico estribillo hablando del amor. La canción es resultona, para qué nos vamos a engañar, desde luego saben cómo aplicar la fórmula mejor que nadie, pero riesgo cero. De momento no se ve por ninguna parte el cambio de rumbo que algunos auguraban para este disco.

El tercer tema es a priori el más interesante de No Line On The Horizon y el destinado a ocupar el honor de ser La Balada del álbum. Ahora bien, una balada de siete minutos y medio de duración, lo que se sale un poco de los estándares más comerciales, no recuerdo que hayan hecho algo similar desde la inefable Lemon. Este tema es desde el principio bastante atmosférico -se nota mucho la mano de Brian Eno-, y quizá uno de sus aciertos sea el riff de Adam Clayton al bajo. Por lo demás buenas estrofas y buen estribillo, pero al fin y al cabo Moment Of Surrender no es nada que U2 no haya hecho cien veces antes.

Unknown Caller es una canción que perfectamente podría haber estado en los discos de la banda de primeros de los ochenta. Una vez más los típicos arpegios de The Edge son la base de un estribillo bastante pegadizo. A tener en cuenta.

El quinto corte es el más popero y el que más me recuerda al anodino pasado reciente de la banda, perfectamente podría haber estado incluido en All That You Can't Leave Behind. Olvidable.

Y llegamos a Get On Your Boots, el primer single y el más cañero del disco. A mí me deja sensaciones contrapuestas. Por un lado tiene algo que me gusta, pero por otro me parece un tanto forzado, como que había que hacer algo marchoso para el regreso de U2 al estilo Vertigo -aunque sin el ridículo del "un, dos, tres... catorce"-. Además, que a mí me recuerda algo al Muse, lo juro. No es el mejor tema del disco, eso seguro.

Stand Up Comedy empieza con un riff de lo más roquero por parte de The Edge, pero al fin y al cabo un tanto vulgar, porque yo mismo he tocado riffs similares en casa como calentamiento o como un juego, no pensándolos para una canción seria. En ese aspecto me suena un tanto setentero. Pero claro, si lo toca The Edge es que será bueno ¿no? Tendré que replantearme recuperar muchos riffs que he tirado a la basura por pensar que eran simplones.

Fez - Being Born rompe con tanto guitarreo y nos introduce en un tema mitad instrumental -el tito Eno no anda lejos-, mitad balada en medio tiempo. Y aunque de fondo se puede percibir, una vez más, el mismo patrón rítmico que en The Fly, este es uno de los temas menos comerciales y más interesantes del disco.

El disco termina con tres temas: White As Snow, una balada con aspiraciones a himno de lo mejorcito del álbum; Breathe un tema de pop-rock normalito; y Cedars Of Lebanon, un medio tiempo en el que Bono recita más que canta y con un buen estribillo. Con este último tema cierran el disco de una forma bastante contundente.

Lo que menos me ha gustado de este disco han sido las guitarras de The Edge, que son, en todos los casos, un quiero y no puedo. Porque se nota que quiere hacer algo distinto pero no consigue más que hacer más de lo mismo, y aburre ya. Y cuando intenta salirse de su estilo marcándose solos más o menos convencionales se queda a medio camino de ninguna parte. Muy lejos quedan riffs como los de With Or Without You, que te ponían los pelos de punta con unos pocos intervalos de dos notas repetidos hasta la saciedad.

Otra pega es que se nota claramente la influencia de Brian Eno pero siempre de forma muy sutil, de fondo en la canción o de introducción o coda en algún que otro caso. Pero suena como un añadido a la canción base de U2, y no como una producción consistente que envuelva cada uno de los temas y todo el disco en general, algo que sí hizo magistralmente en el genial Achtung Baby.

En resumen, quienes esperaran algo innovador o un cambio sustancial en U2 con este disco -yo creo que pocos- se llevarán un chasco, porque es más de lo mismo. Quieres esperen algún temazo como antaño -menos aún- que se olviden, eso no pasa desde Zooropa.

Dicho todo esto quiero concluir diciendo que a mí de momento me está gustando, con todos sus defectos. Y es que como he dicho al principio, en este caso, aún sin tener grandes temas, por lo menos no me suena a música de ascensores como los dos anteriores. O quizá es que me esperaba algo muy malo y ha superado mis expectativas.

Aunque ya sabemos lo que pasa, los discos que a uno le entran fácil aburren rápido. Veremos.

miércoles, enero 14, 2009

Vicky Cristina Barcelona Olé

"Ladys and gentlemen, y el Globo de Oro a la peor mejor comedia es para... ¡Vicky Cristina Barcelona!". Por favor, estos americanos están todos locos. Año tras año ninguneando todas las películas de Woody Allen -salvo algunas excepciones por incuestionables-; dejando pasar sin pena ni gloria grandes obras -en algún caso maestras- de este realizador, como Match Point, Desmontando a Harry, Delitos y Faltas o Manhattan. ¿Y vienen ahora a premiar su peor película en muchos años, y puede que de toda su trayectoria?

No puedo evitar preguntarme: ¿por qué? Y no puedo evitar acordarme de cómo acaba otra película del propio Woody: Un Final Made In Hollywood. En ella el director neoyorquino ironizaba con bastante mala leche sobre el gusto europeo, insinuando que éramos tan esnobs que nos parecería una obra de arte una basura de película sin sentido filmada por un ciego, mientras que por supuesto el público norteamericano la detestaría. ¿Está pasando ahora justo lo mismo pero al revés?

Dejando a un lado que en mi opinión dicha ironía va más bien dirigida contra Hollywood, ya que ese sería precisamente el final "blanco" por el que optaría la industria -los americanos son listos, los europeos tontos y unos esnobs y el protagonista, contra todo pronóstico, sale bien parado del entuerto-; lo cierto es que hay paralelismos entre esta anécdota y la vida real, que tienen mucho que ver con el cine de Woody Allen y la diferencia de apreciación de éste entre Norteamérica y Europa.

Allen lleva décadas haciendo grandes películas que pasan desapercibidas en su país mientras que son aclamadas en el resto del mundo, principalmente en Europa. Es cierto que algunas de las más significativas se han llevado algún que otro premio, como es el caso de Annie Hall, La Rosa Púrpura del Cairo o Hannah y Sus Hermanas. Pero yo no me explico como otras, como las que he mencionado en el primer párrafo, no han sufrido la misma suerte, mientras que son aclamadas en el viejo continente. ¿Será verdad que somos unos esnobs y que vemos arte donde no la hay? ¿Que el público y la crítica norteamericanos son más listos? ¿O más bien todo lo contrario?

Yo me inclino por esta última opción, en la línea de que creo que el final de Hollywood Ending quiere decir precisamente lo opuesto de lo que parece. Y la razón me la da definitivamente que Vicky Cristina Barcelona, sin duda una de las peores películas de Woddy Allen, tenga tanto éxito en Estados Unidos.

Vicky Cristina Barcelona es aburrida. No es un drama, eso queda claro desde el principio. Pero tampoco es una comedia, porque no tiene ni chispa de gracia. Es la primera vez que no me río, que ni tan siquiera se me escapa una sonrisa, con una película con intenciones de comedia del director de Brooklyn. Los actores están especialmente sosos, a excepción de Penélope Cruz, todo hay que decirlo. Por no hablar de la irritante banda sonora, que merecería un post aparte.

¿Cómo es posible que esto guste tanto a público y crítica estadounidense? Será que nosotros tenemos más cultura y criterio, y ellos son más burros en general. Aunque aún hay otra explicación. Y es que gracias a Woody Allen llevamos años riéndonos del estereotipo de americano de clase alta, burgués, hipocondriaco, maniático, adicto al psicoanalista, superficial y con una vida sentimental desastrosa; y ahora es a ellos a los que les ha caído en gracia la parodia llena de clichés del carácter latino que se hace en esta película.

Se ve que a nosotros no nos hace ninguna gracia que nos reduzcan a un estereotipo, al igual que a ellos tampoco se la ha hecho todo estos años.

martes, enero 13, 2009

Ya era hora

Kate Winslet ha arrasado en los Globos de Oro al llevarse a la vez el premio a la mejor actriz dramática y a la mejor actriz de reparto por Revolutionary Road y The Reader respectivamente. Ya estaba bien. Porque era decepcionante ver cómo una actriz de su talla se convertía en la eterna candidata a todo, pero que nunca conseguía el merecido reconocimiento.

Winslet debutó en lo que fue la primera película "seria" de Peter Jackson -efectivamente, hay un antes de El Señor de los Anillos-: Criaturas Celestiales. Para mí es una obra maestra, y la interpretación de Kate Winslet todo un descubrimiento, sin duda. Más tarde participó bordando su papel en películas con mayor repercusión internacional como Sentido y Sensibilidad, buen film del ala menos cansina de Ang Lee. De hecho con esta interpretación llegaron sus primeros premios y nominaciones a los Óscar.

Pero el salto a la fama mundial lo dio con Titanic. Si no recuerdo mal, hasta ahora la película con mayor recaudación de la historia del cine, la cual tiene tantos fans como detractores acérrimos. En mi opinión ni tanto ni tan calvo. Aunque el éxito abrumador haga que las posturas se polaricen, lo cierto es que ni se merece haber recaudado tanto, ni es precisamente una mala película. Y Winslet, una vez más, hace en ella una gran interpretación que, aunque nominada, quizá aquí no deberíamos hablar de merecedora de Óscar.

Tras el boom de la superproducción de James Cameron la actriz inglesa siguió con papeles más modestos que, aunque algo encasillada en personajes de época, siguieron manteniendo un gran nivel interpretativo. Estoy hablando de películas como Jude, Quills o Iris.

En los últimos años su carrera ha sufrido un nuevo repunte, sobre todo debido a películas como Eternal Sunshine of the Spotless Mind -vilmente traducida en España por "¡Olvídate de mí!"-. Obra maestra donde las halla en la que Winslet hace por fin un papel que rompe con todo lo anterior y que la saca de su encasillamiento. Papel que por cierto borda y por el cual, esta vez sí, se merecía un rotundo Óscar, amén de hacer que todos nos enamorásemos perdidamente de ella.

Ahora se lleva dos Globos de Oro el mismo año por Revolutionary Road y The Reader, películas que aún no he visto y por lo tanto no me voy a pronunciar. Pero independientemente de que yo esté seguro de que ha hecho en ellas grandes papeles, creo que hay un sentimiento general de reconocer toda una carrera y enmendar la injusticia que se ha hecho con ella durante los años en los que ha estado nominada a todo pero casi nunca ha sido galardonada.

Y espero que dicha injusticia se subsane definitivamente en los próximos premios Óscar. A ver.

miércoles, diciembre 03, 2008

How's a fairytale town not somebody's fucking thing?

He visto Escondidos en Brujas dos veces en tres días. Ahí es nada. No recuerdo la última vez que una película me gustó tanto como para hacer algo así. Sin duda es la sorpresa de la temporada. No pretendo exagerar, cosa a la que siempre tiendo; no es el mejor film de la historia, pero, sinceramente, no se me ocurre qué más se le puede pedir.

In bruges cuenta la historia de unos sicarios que tras cometer un crimen tienen que esconderse por un tiempo en la ciudad belga de Brujas. La primera vez que la vi lo hice con cierto escepticismo, esperaba algo normalito, y la verdad que el comienzo no ayudó a cambiar mi opinión. Porque al principio, Escondidos en Brujas parece más un documental de una agencia de viajes que una película que tenga algo más que contar que lo bonitos que son los canales, los edificios y las iglesias de la ciudad belga.

Pero a medida que avanza la cinta el guión va evolucionando hasta que te atrapa de manera irremediable. Para sorpresa mía. Tanto es así, que tras verla del tirón no pude parar de darle vueltas a los detalles y a ciertos chistes, hasta que me dije: tengo que verla otra vez.

Y la segunda vez sirvió para confirmar que quizá estemos ante una de las mejores películas del 2008 -entre las que yo he visto, claro-. Lo cierto es que en el segundo visionado me reí a carcajadas, ahora que sabía a qué tipo de película me enfrentaba. Y es que In Bruges es una comedia negra con un sentido del humor muy muy fino, y algo inglés. La cinta está plagada de chistes poco explícitos, que se dejan caer sin darles mayor desarrollo, de forma que para pillarlos a veces hay que estar muy atento.

Y todo eso es gracias a un guión inteligente y muy elaborado, casi coreográfico, en el que todo encaja a la perfección. Un guión plagado de diálogos excelentes que en algún momento pueden recordar a lo mejor de Tarantino o Woody Allen. Y que, aún desembocando en lo que podría ser un típico thriller, no deja de mantener su irónico negro sentido del humor hasta el final.

Todo esto contrasta con el ritmo de la película, que es bastante pausado en general, y con la música melancólica que envuelve gran parte del metraje. No estamos aquí ante un thiller videoclipero para impresionar adolescentes. Y ese contraste es el que puede llegar a confundir a las primeras de cambio sobre qué tipo de película se está viendo, y que sólo se aclara y se puede disfrutar plenamente en un segundo visionado.

Mención a parte merecen los actores que están todos sencillamente perfectos, hasta los secundarios, que también adquieren una importancia fundamental. Colin Farrell lo clava, como ya lo hizo en El Sueño de Cassandra, dejando claro que se está haciendo por méritos propios un hueco entre los grandes. Brendan Gleeson está genial, aunque no esperábamos menos de este actor inglés. Y Ralph Fiennes le da el toque de calidad y la puntilla a toda la obra con una interpretación soberbia. Por último Martin McDonagh, para mí un desconocido, dirige magistralmente esta cinta, a la vez que firma el guión. Habrá que seguir su carrera con mucha atención.

Mezcla de drama, comedia negra y thriller, además de ser un claro homenaje a la ciudad, Escondidos en Brujas es de imprescindible visionado para los amantes del buen cine con un poco de mala leche.

lunes, diciembre 01, 2008

Los cronocrímenes

Me he llevado una grata sorpresa con la película de factura patria Los Cronocrímenes. El debut de Nacho Vigalongo dista mucho de ser una obra perfecta, y ni mucho menos redonda. La dirección es endeble, propia de un debutante; las interpretaciones flojas, aunque quizá se salve Karra Elejalde, pero no por mucho; y el guión simplemente no tiene sentido.

Cuando se aborda el, por otra parte más que manido, tema de los viajes en el tiempo siempre, por necesidad, se acaba cayendo en el absurdo. Y por lo general los directores o escritores que se enfrascan en estos berenjenales suelen empeñarse en intentar explicar la base pseudocientífica que justifica toda la trama. No es el caso, para bien y para mal.

Para bien porque Vigalongo no entra en ningún detalle técnico sobre los viajes en el tiempo, sencillamente plantea que se puede hacer y no da explicaciones. Eso para mí es algo positivo, porque cuando toda una película se basa en una premisa fantástica lo mejor es no intentar justificarla demasiado para darle realismo, porque se corre el riesgo de hacer que quede aún más inverosímil. Los espectadores que vamos a ver este tipo de películas ya estamos predispuestos a tragarnos lo que sea, así que mejor no intentar convencernos a base de explicaciones rebuscadas.

Pero por otra parte no podemos obviar que la premisa en la que se basa Los Cronocrímenes carece de sentido desde el principio. Sin ánimo de arruinarle a nadie el argumento, sólo diré que el planteamiento inicial entra en una contradicción absurda que impide que todos los demás hechos se desarrollen lógicamente, aún aceptando la posibilidad de los viajes en el tiempo. Esto parece que le da igual a Vigalongo, si aceptamos que se puede viajar en el tiempo también podemos aceptar barco como animal acuático, por qué no. Y a mí me parece bien y hasta valiente por su parte: que la coherencia no te impida contar una buena historia.

Para seguir criticándola diré que además es poco original, o más bien que recuerda a otras películas de temática similar. Por un lado la forma de ir ampliando la historia me ha recordado a Memento, aunque no tiene mucho que ver; pero principalmente me parece una especie de copia muy básica de la excelente Primer convertida en thriller y mucho menos profunda, es decir, a la española.

A pesar de todo eso, o quizá por ello, el conjunto me ha gustado. Con todos sus defectos la he notado fresca y valiente, porque no pierde el tiempo justificándose o intentando defender lo indefendible, simplemente plantea sus premisas y a partir de ahí se dedica a contar algo con un mínimo de interés. Porque la verdad, yo estoy un poco harto de películas de factura impecable con las que directores ya consagrados nos están "obsequiando" últimamente y que al final, pues ni fu ni fa.

Buen debut de Nacho Vigalongo y recomendable para pasar un buen rato.

lunes, agosto 18, 2008

El Caballero (no tan) Oscuro

Presa del marketing viral y abrumado por la propaganda, las buenísimas opiniones previas al estreno de crítica y público y las buenas reviews posteriores; las estratosféricas puntuaciones en páginas de cine tales como imdb, filmaffinity o rottentomatoes; alguna que otra recomendación personal más que subjetiva; el calor y el hastío estival; y por qué negarlo, presa también de mi gusto por todo lo friki y lo siniestro que se dan la mano magistralmente en ese mítico cómic que es Batman, presa de todo esto fui a ver El Caballero Oscuro Andante.

Por supuesto era consciente de que no sería para tanto. Sin haberla visto era evidente que estaría muy sobrevalorada, principalmente por la desafortunada muerte de Heath Ledger y la impactante caracterización del personaje que interpretaba en la película: The Joker. Pero no estaba preparado para lo que vi, un tostón disperso y convencional. Una americanada. Una película de superhéroes mediocre y llena de clichés muy lejos de la calidad y profundidad -en tratar más o menos el mismo tema, véase: que ser un héroe conlleva estar solo, ya que atraes la desgracia sobre quienes te rodean, etc.- que otras del género, como la siempre recomendable Spiderman 2.

Aunque más adelante comentaré todo lo que está mal en The Dark Knight, lo primero que me llama la atención tras ver la película es cómo tanta gente, tanto profesionales como público, puede ponerla por las nubes. ¿Cómo pueden hablar de profundidad, de acción trepidante, de la mejor película e superhéroes de todos los tiempos...? ¿Hemos visto la misma película? Parece que no. Todo esto me hacer perder la fe en las redes sociales que tengo de referencia para algunos temas, visto que basta un poco de propaganda para que dejen de ser de fiar; a la vez que me sube algo mi autoestima al comprobar que aún soy algo crítico frente a la histeria colectiva.

Para empezar era de esperar que The Dark Knight no diera mucho de sí, ya que el director es Christopher Nolan. Posiblemente el realizador más sobrevalorado de los últimos años, y tras la secuela de Batman Begins ni os cuento. Nolan dio la campanada con Memento, una muy buena y original película que no puede dejan indiferente a nadie. Memento consigue, mérito del director, que vivas desde el punto de vista de protagonista sus tribulaciones, y además lo hace muy bien. Yo quedé gratamente impresionado, lástima que el guión flojease y al final no estuviese a la altura de todo lo demás. Aparte de Memento, que es lo mejor que ha hecho hasta la fecha, Nolan no tiene en su haber más películas dignas de mención. Insomnio y El Truco Final son olvidables; entretenidas y poco más.

La Warner llevaba tiempo intentando resucitar la franquicia de Batman retomándola desde cero después del fiasco que supusieron las infumables Batman Forever y Batman & Robin de Joel Schumacher. Tras dar muchas vueltas el encargo recayó en Nolan y el resultado fue Batman Begins, una película que, sin ser nada del otro mundo, restituía al personaje algo de dignidad y estaba hecha con cierto oficio. De Batman Begins, sobre la que no me quiero extender aquí, destacaría que me gustó el retrato que se hace de Bruce Wayne como alma torturada y dual que debe enfrentarse a sus propios miedos y que se debate entre la búsqueda de la justicia y la búsqueda de la venganza. Me gustó la evolución del personaje que desemboca en Batman y que no se abusase del hombre murciélago, de forma que este hace su aparición como tal ya muy avanzada la cinta y en versiones primitivas de sí mismo. Me gustaron estos y otros detalles -que no contaré aquí para no desvelar cosas-, pero aún así no acabó nunca de convencerme más allá de ser, en conjunto, una película de entretenimiento más.

Ahora llega El Caballero Oscuro y lo mejor es, sin duda alguna, el personaje del Joker. La caracterización es asombrosamente perfecta para el personaje de cómic y la idea que tenemos de él: sucia e inquietante, muy lejos de la pulcritud con que lo encarnó Jack Nicholson en la película de Burton. Pero es más, Ledger borda el papel acaparando todo el interés de la película. Tanto es así que cuando el Joker no está en escena todo lo demás nos importa un poco un pimiento y nos dedicamos a contar los fotogramas hasta que vuelva a aparecer.

El contrapunto al Joker lo da Batman. Y cuando digo contrapunto no me refiero al bien contra el mal, sino a que frente al Joker, un personaje interesante e inquietante, nos encontramos un Batman plano, irrelevante y soso hasta decir basta. No queda nada de la lucha interna, las contradicciones y el deseo de venganza de Bruce Wayne, ahora Batman es netamente bueno, sin matices. Un auténtico Caballero Andante en defensa de su dama. Tampoco queda nada de la sutileza con la que se trató al superhéroe en Batman Begins, ahora el murciélago aparece a todas horas en cualquier lugar, llegando a saturar tanta presencia y quitándole todo misterio. Batman ya no es el ser siniestro que acecha en las sombras de la noche, ahora es omnipresente repartiendo mamporros desde el principio de la cinta y hasta organizando complejas operaciones internacionales al más puro estilo de Tom Cruise en Misión Imposible. Todo esto llega al máximo ridículo cuando Batman, con todo su traje, su capa y sus orejitas puntiagudas; entra en la comisaría como Pedro por su casa a interrogar al Joker a todas luces y con todos los policías ahí mirando tranquilamente. Punto final a cualquier posibilidad de misterio, de inquietud o de glamour que pueda llegar a tener el hombre murciélago.

El resto de personajes, y hay muchos en lo que es una película bastante coral, quedan también completamente desdibujados. Tanto los malos como los buenos son planos y poco interesantes, de manera que en realidad no nos importa demasiado lo que les pase a unos y a otros. Michael Caine y Morgan Freeman están correctos en su papel de secundarios para dar caché al film -aunque no me cuadra mucho eso del mayordomo a la última en tecnología punta-. Gary Oldman está bien, como en casi todo lo que hace. Maggie Gyllenhaal está completamente desperdiciada, aunque claro, el papel de "la chica" no da para mucho más; y Aaron Eckhart está tan correcto y tan plano como todos los demás -y su evolución es tan superficial que da risa, pero eso no es culpa suya, es del guión-. Los mafiosos, esos hombres peligrosísimos y poderosísimos que controlan la ciudad y que tienen comprado a todo el mundo, no son en realidad más que unos pardillos y unos papanatas. Vamos, por favor... Y el Espantapájaros, un villano muy conseguido en en Batman Begins, aparece aquí esporádicamente que ni fu ni fa, mejor hubiera sido ni sacarlo.

Otro de los personajes que se desdibuja completamente hasta llegar a desaparecer como tal es la propia ciudad de Gotham. ¿Dónde ha quedado esa ciudad grandiosa y a la vez decadente, majestuosa y sucia, gótica y oscura? Gotham es en El Caballero Oscuro de Nolan una ciudad pulcra de rascacielos de cristal y tecnología punta. Ya en Batman Begins la ciudad no es tan gótica como cabría esperar, pero eso lo atribuí a cierta sutileza, a la intención de darle realismo y no quedar demasiado como un cómic, o peor, como una copia del Batman de Tim Burton. Ahora Nolan apuesta claramente por olvidar el carácter gótico y oscuro de la ciudad y nos presenta Nueva York como escenario moderno de las aventuras del superhéroe más siniestro de todos.

Buena parte de mi decepción viene porque yo esperaba alguna especie de lucha interior en Batman. Igual que Batman Begins fue un camino ascendente desde la tortura interior que culmina en el hombre murciélago justiciero, yo esperaba que El Caballero Oscuro -además, que el título lo insinúa- fuera un descenso a los infiernos, que su confrontación con el Joker lo llevara a comprender que para salirse con la suya debía de caer tan bajo como la gente a la que pretendía combatir. O algo así. Un poco de miga, vamos. Pero no, el caballero, que nada tiene de oscuro, es recto, justo y bueno. Un Caballero Andante que ni el el peor momento es vengativo, sino que tras insufribles y ñoños discursos sobre lo buena que en el fondo es la gente al final se hace el mártir, se sacrifica por los demás y el bien común. Por favor.

En fin, independientemente de lo que a mí me gustaría que hubiera sido, lo que en realidad es irrelevante, The Dark Night podría ser una entretenida americanada de acción para pasar el rato, si no fuera porque es larga y tediosa. Tiene ratos muy aburridos, básicamente cuando no aparece el Joker, y el montaje es lamentable, va saltando de situación en situación, entre tanto personaje, hasta que te marea por completo. Con varios clímax intermedios de bastante más intensidad que el clímax final la sensación que me quedó es de completa decepción. No esperaba tanto como decían las críticas, pero no esperaba tan poco y que me gustase menos incluso que la anterior.

No es la peor película del mundo, que quede claro, pero ni de lejos es lo que dicen de ella, no sé en qué está pensando la gente cuando la pone por las nubes. Y para un fan de Batman, el personaje de cómic, le debe resultar completamente insatisfactoria, muy por debajo de lo que se podría esperar de alguien que se toma en serio las posibilidades del murciélago como héroe -o antihéroe- contradictorio, violento y oscuro.

viernes, julio 11, 2008

El Incidente

Tras ver The Happening (El Incidente) de M. N. Shyamalan me entran sentimientos contrapuestos y casi me da por retractarme de todo lo que he dicho de él. Casi.

Resumo mi opinión brevemente: aunque técnicamente es uno de los mejores directores de los últimos tiempos y ha realizado películas imprescindibles, Shyamalan ha llevado una deriva en sus últimas películas que lo ha hecho caer en el más absoluto de los ridículos. Cierto que la promoción se sus películas ha sido muy engañosa lo que ha hecho que el público se decepcione, pero ese no es mi caso, sencillamente es que no me gustan.

Cualquier fan del director se estaría echando las manos a la cabeza al leer esto, porque por lo que he podido comprobar en conversaciones con algún que otro seguidor suyo, para ellos La Joven del Agua es una obra maestra y El Protegido una obra menor. Para mí es todo lo contrario, dejando aparte El Sexto Sentido, Unbreakable es la mejor de sus películas, y Lady In The Water una absoluta tomadura de pelo.

Eso sí, lo que le reconozco sin lugar a dudas es su valentía. Dejando a un lado que a mí me puedan gustar o no, sus experimentos son valientes y arriesgados y eso, en el Hollywood de hoy día, tiene todo el mérito del mundo.

Con estos antecedentes el visionado de El Incidente me dejó, como he dicho, sensaciones contrapuestas. Por una parte me gustó. Sí, me gustó. Porque era, por primera vez, exactamente lo que se esperaba de un thriller de suspense, tal y como lo anunciaba el trailer. Una película que parte de una idea original e inquietante, y que mantiene en tensión -sustos incluidos- y en la incertidumbre de qué está pasando casi toda la película. Técnicamente impecable, como era de esperar, El Incidente -sin ser tampoco la octava maravilla- es el ejemplo perfecto de cómo deber ser una película de suspense.

Lo único que le puedo reprochar, a parte de que en algún momento el ritmo flojea un poco, es que Shyamalan no puede evitar darle su toque ñoño y cursi en extremo marca de la casa que aporta los momentos más ridículos en todas sus películas, incluida esta. Además está la moralina final, que a mí personalmente me sobra, en plan "nos estamos cargando el planeta, los polos se derriten...". No entiendo la necesidad de cargarse todo el suspense y dárselo todo mascado al espectador. Parece más una exigencia de unos productores cortos de vista, que no sueltan la pasta si no se aseguran de que el público va a entender la película, que cosa del director. Aunque con Shyamalan nunca se sabe.

Pero por otra parte El Incidente es demasiado correcta para ser obra del realizador indio. Es exactamente lo que se puede esperar de un thriller, y eso está bien, pero viniendo de Shyamalan la convierte en vulgar. Da la sensación de que sus últimos fracasos en taquilla y la crítica feroz a la que se ha visto sometido lo han achantado. Parece que ha pasado por el aro, ha renunciado a arriesgar, y le ha dado a los estudios de Hollywood justo lo que esperaban de él.

Y esto es una verdadera lástima. Yo lo he criticado porque no me han gustado sus últimos filmes, pero siempre he alabado su valentía. Sinceramente, directores haciendo thrillers típicos ya los hay a puñados. De Shyamalan esperamos riesgo y una visión personal y única al margen de los dictados de la industria cinematográfica. Y aunque esos experimentos al final, en mi opinión, fracasen en la mayoría de los casos, siempre cabe la posibilidad de que de entre ellos salga una verdadera obra maestra. Posibilidad que tiende a cero si se pierde la chispa y se acaba haciendo películas del montón.

lunes, junio 02, 2008

1,1,2,3,5,8... ¡14! (que diría Bono)

El otro día vi Los Crímenes de Oxford. Por favor, menudo truño. Yo recordaba al director Alex de la Iglesia mejor, por lo menos a mí en su momento me hizo mucha gracia El Día de la Bestia, y hay que recordar también el tipo de cine que se hacía en España por entonces -tan malo como el que se hace ahora, vamos-. Pero este thriller técnicamente correcto pero lamentable en todo lo demás, no me lo esperaba. Por no hablar de los actores, que no dan el pego de ninguna manera. Un Elijah Wood que nunca debió salir de La Comarca y una Leonor Watling cuyo papel se reduce a enseñar el culo -lo único que merece la pena en la película-, por mencionar sólo dos de los protagonistas.

Normalmente esta obra no me merecía ni un comentario, pero es que en la trama contiene algo que me saca de mis casillas, más que nada porque insulta mi inteligencia y la de todo el que la vea. Me refiero al más que manido tema de los misterios de las matemáticas, la lógica, los teoremas demostrados y sin demostrar, las series de números y, en general, todos esos acertijos matemáticos chorras, incluso infantiles en algunos casos, que se envuelven en un halo de misterio místico con el fin de encandilar al espectador o lector casual.

Y es que estoy harto de que cualquier misterio, ya sea fílmico o literario, se tenga que basar últimamente en cosas como la serie de Fibonacci o similares. Qué falta de imaginación, por favor. Esta sucesión de números, por si alguien a estas alturas no lo sabe aún, dice que cada número de la serie es la suma de los dos anteriores -véase el título de este post (que contiene un chiste, aviso)-. A parte de tener muchas propiedades matemáticas curiosas -miradlo en la Wikipedia, como hago yo-, este patrón se puede encontrar en la naturaleza ocasionalmente, lo que lo hace muy interesante, como en la forma de ordenarse las pipas en los girasoles. [chascarrillo]Supongo que esto se refiere a que primero te tomas una pipa, luego otra, luego dos y ya, sin darte cuenta, te acabas la bolsa entera en progresión Fibonacci[/chascarrillo].

La cuestión es que basándose en esta y en otras curiosidades y acertijos matemáticos; nos vemos inundados de obras que, cubriéndose de un halo de misterio y mística sobre natural e intelectual, nos están vendiendo una y otra vez los mismos manidos y viejos, porque mira que son viejos, temas. A mí me encantan las matemáticas y estas cosas, pero cuando se convierten en un recurso recurrente y efectista se vuelven una completa vulgaridad.

Como ejemplo de esto que digo podemos poner el inefable Código DaVinci, o la película Pi de Darren Aronofsky, adorada por una legión de frikis y que a mí, personalmente, me parece tan pedante como absurda. Por supuesto, nuestro cine patrio, siempre tan moderno, se ha apuntado al carro de la mística matemática con producciones tan horrendas como esta de Alex de la Iglesia o La Habitación de Fermat, esta última máximo ejemplo representativo -sólo podía ser made in Spain- que contiene absolutamente todos los tópicos que critico en este post.

Hoy he visto que ha salido un libro, entre muchos -otro es, por ejemplo, Los Crímenes del Número Primo, sin comentarios-, que versa sobre un misterio en torno a una supuesta décima sinfonía de Beethoven. Me apuesto lo que sea a que relata, entre otros fascinantes misterios, cómo el compositor alemán compuso esta inédita sinfonía siguiendo el patrón de la serie de Fibonacci.

Cosa que por cierto, y que añado como anécdota positiva, sí hizo el grupo de metal Tool con su tema Lateralus, haciendo que el ritmo de la batería siga este patrón y dando lugar, por otra parte, a un temazo. Pero es que Tool son mucho Tool.

miércoles, mayo 07, 2008

El Patinazo

Se veía venir. La impecable trayectoria de Nine Inch Nails se ha truncado con la aparición de su último disco, The Slip (traducido literalmente: "el resbalón" o "el error"). El título no podría ser más apropiado. Y digo se veía venir porque hace tiempo que vengo alertando de que el ser tan prolífico iba a ir en detrimento de la calidad de sus trabajos, como así finalmente ha sido.

Ghosts I-IV ya dio pistas de por dónde iban los tiros. Un disco que escuché dos o tres veces y... ¿para qué más? Pero bueno, era algo experimental y también valiente por la extensión, así que bueno, se puede justificar. Pero con The Slip no se puede ser tan benévolo, ya que se trata de un disco "convencional", y tan convencional, tanto en el formato como en el contenido. Diez temas que son -nunca pensé que diría esto de NIN- más de lo mismo, pero peor.

La época dorada de Trent Reznor pasó, eso está claro. No volverá a haber un Downward Spiral o un The Fragile. Como debe ser, porque son irrepetibles y porque tuvieron su momento. Pero la "vuelta" de NIN fue más que honrosa, con With Teeth, un disco más rockero, sin la complejidad de los anteriores, pero con grandes temas. A With Teeth le siguió Year Zero, mucho más electrónico y mucho mejor en general; más currado y también con temas impresionantes. Todo apuntaba a que la cosa seguiría así, sin tocar el cielo como en los 90, pero aún regalándonos un trabajo de altísima calidad.

La primera advertencia de que esto no iba a seguir así la tuvimos con Ghosts I-IV, aunque, como he dicho, había razones para que no cundiese el pánico. Pero la confirmación vino la semana pasada con lo que es el primer single de The Slip: Discipline. Una canción sosa, simple y popera hasta decir basta. Y ahora llega el resto del disco y... no remonta, no señor. Más rockero que Year Zero es como una vuelta a With Teeth pero en malo. Se nota poco currado, poco elaborado y lo temas no son nada del otro mundo; con alguno instrumental que ya hemos oído mil veces antes, y ya con Ghosts I-IV ni te cuento -qué tiempos aquellos de los temas instrumentales de The Fragile, que cada uno era un mundo y una obra maestra en sí mismo-.

Que sí, que The Slip lo ha sacado bajo licencia Creative Commons y que se puede descargar de forma gratuita desde la web oficial y todo eso, que está muy bien. Pero si no te curras la música, ¿de qué vale? Radiohead hicieron lo mismo y han triunfado, pero es que lo suyo es un dis-ca-zo , sin ninguna duda. En fin, supongo que los fans somos muy exigentes, pero ya va siendo hora de pensar que Nine Inch Nails está de capa caída. Sí, es muy prolífico, muy coherente y hace muchas cosas guays. Pero musicalmente ya no es lo que era y, probablemente, ya nunca volverá a serlo. Espero equivocarme.

A mí me gusta hablar de NIN, y de mis obsesiones en general, que para eso tengo un blog, leñe. Pero ya me estoy cansando de escribir un post cada semana sobre Reznor. De tan prolífico que se ha vuelto ya satura. Lo digo ya: si va a sacar discos con la regularidad con la que sale el Hola, que no cuente conmigo.

De momento yo juro no escribir más sobre NIN hasta que hagan algo musicalmente relevante.

jueves, abril 10, 2008

Some kind of monster

El otro día vi el documental Some Kind of Monster de Metallica, sobre la grabación de su, hasta ahora, último disco de estudio: St. Anger. Documental que me parece de obligado visionado para todo el que tenga algún interés en el mundo de la música rock, su industria y cómo son los grupos por dentro. Eso sí, si lo queréis ver os recomiendo que lo bajéis de Internet, para no darles ni un duro más del necesario a esta gente.

El documental en principio iba a ser un making of del disco, que supongo serviría a modo de promoción. Pero las tensiones dentro del grupo y la adicción al alcohol de James Hetfield hicieron que el proceso de grabación se retrasa mucho, posponiendo también el documental, que acabó siendo algo muy distinto a lo que se planteaba inicialmente. Yo no sé hasta que punto es pose o es real, pero a mí me parece bastante sincero. Hay que echarle narices para sacar un documental de estas características que más que glorificarlos los hunde en la miseria.

En primer lugar quedan retratados como lo que son: unos gilipollas. Sobre todo Lars Ulrich, el batería y, según mi impresión de siempre -que creo queda demostrada en el vídeo-, el que lleva las riendas del grupo. Responsable tanto de la creación de Metallica, como de la nefasta mezcla del, por otra parte, estupendo disco ...And Justice For All; o de la persecución a Napster en la que se enfrascaron, dejando su ya pobre imagen a la altura del betún -por mencionar sólo algunos hitos-. En Some Kind of Monster podemos verle emborrachándose mientras festeja la venta de su colección de cuadros por muchos millones de dólares. Qué asco de tío, por favor.

James Hetfield, cantante y guitarrista, no queda mucho mejor. Lamentable ver cómo se vanagloria de haber estado dos semanas en Rusia matando osos. A pesar de eso, y de que durante el documental no da precisamente la impresión de ser la persona más inteligente del planeta, se resarce con el empeño que le pone a desintoxicarse, y que retrasa considerablemente la grabación del disco, hasta el punto de que el resto de la banda duda del futuro del Metallica.

Por último está Kirk Hammett, que pasa más desapercibido y que me dio la impresión de ser un tanto panoli. La verdad es que en conjunto dan una imagen más cercana a la parodia de Spinal Tap que a la idea que podamos tener de uno de los grupos más grandes de la historia del heavy metal.

En el documental lo que se ve es un grupo de personas inseguras y dubitativas, que no se soportan -de hecho el bajista Jason Newsted abandonó el grupo poco antes por estas tensiones-, pero que están obligados a entenderse porque están inmersos en algo más grande que ellos y que les supera: la máquina de hacer dinero que es Metallica.

Hasta tal punto están mal las cosas que contratan a un psicólogo sacaperras especializado en estrellas con problemas -ya sé que suena a chiste- y comienzan a hacer terapia de grupo. Las escenas en torno a este aspecto en el documental son realmente patéticas; llegando a su punto álgido cuando, siguiendo los consejos del terapeuta, Lars se reúne con Dave Mustaine -ex guitarrista de Metallica y líder del famoso grupo Megadeth- para pedirle disculpas por haberlo echado del grupo y este último se lamenta como una nenaza de "lo que ha tenido que pasar" por haber sido expulsado de Metallica. Impagable.

También podemos ver el casting para incorporar a un nuevo bajista, al que se presentan gente como Jeordie White, alias Twiggy Ramirez, -ex Marilyn Manson- y Danny Lohner -ex Nine Inch Nails-. Y yo me quedaba a cuadros viendo como hacían esta audición músicos de un nivel bueno para NIN o Manson, pero ni de lejos a la altura técnica de Metallica. Menos mal que al final cogieron a Robert Trujillo, que sí parece que sabe tocar el bajo.

En el aspecto musical vemos como por primera vez se esfuerzan en abrirse al resto de miembros del grupo a la hora de la composición dejando sus egos un poco a un lado, todo lo contrario de lo que al parecer sucedía hasta el momento, que ninguno podía influir en el trabajo de los otros. Vemos cómo componen la música en largas sesiones de improvisación -jams- y cómo hacen las letras en conjunto a base de tormentas de ideas; lo que a mi entender da la impresión de que es lo menos importante, priman las frases resultonas antes que el sentido o la coherencia de las letras -casi da penita ver a James Hetfield defender una de las más personales para él, Temptation, y cómo el resto del grupo la rechaza por no ir en la línea del disco-.

Es por este tipo de cosas por lo que me parece fundamental este documental. Las luchas de egos y la parte de la composición a lo "pico y pala", nada glamurosa y totalmente opuesta a la imagen que se suele tener idealizada del proceso creativo de los grandes artistas, son típicas en todos los grupos. Y es que, niños y niñas, el mundo del rock es así. En su mayor parte, salvo honrosas excepciones, los grupos están formados por catetos con mayor o menor técnica musical, con poco o nada que decir pero con algún gusto para las frases resultonas y, sobre todo -cuanto más grande el grupo peor-, inmersos en un gran negocio que mueve mucho dinero y que está por encima de todo lo demás. Este documental es ideal para dar el paso de niño que aún piensa que su papá es Dios y que lo hace todo bien, a adolescente que descubre que sus padres son tontos del culo. ¿Qué vamos a hacer ahora con las sudaderas y los posters que tenemos en la pared? Yo personalmente estoy en la fase de pensar de que mis padres no son perfectos pero también tienen su mérito y sus cosas buenas.

Por eso, por muy gilipollas que sean los miembros de Metallica, me sigue gustando su música -a excepción de los infumables Load y Reload-. Porque Metallica ha sabido evolucionar y adaptarse a los tiempos, han sabido sobrevivir y seguir siendo grandes. No como la mayoría de los grupos heavys de su época que ahora a lo más que pueden aspirar es a participar en el Lorca Rock. Arriesgaron, y acertaron de pleno, con el Álbum Negro, con Kirk incorporando el uso del pedal de wah-wah en la guitarra, algo que sin duda chirría en el mundo del metal. Evolucionaron hacia un sonido más comercial con los anteriormente mencionados Load y Reload y la cagaron totalmente, pero por lo menos no se estancaron.

El documental Some Kind Of Monster nos enseña el proceso de creación de su último disco. Y St. Anger, en mi opinión, los redime totalmente en lo musical. Un disco cargado de energía, de metal y de rabia. Con una batería y unas guitarras de una contundencia inigualable y a la vez novedosa. Una de las cosas que me llamaron la atención las primeras veces que lo escuché -y que es una de las razones por las que lo valoro- es el hecho de que el grupo más importante del metal, con uno de los guitarristas más influyentes por su técnica, no incluya en su último disco ni un solo de guitarra, ni uno. ¡Bravo! Bien por ellos. Y encima he tenido la oportunidad, gracias a este documental, de asistir al debate de cómo llegan a tomar esa decisión. Sólo por eso eso para mí merece la pena.

lunes, marzo 17, 2008

¿Es Trent Reznor un fantasma?

Nine Inch Nails ha editado este mes por sorpresa lo que sería su séptimo larga duración, y tan larga..., Ghosts I-IV. Un disco con 36 temas instrumentales repartidos en cuatro partes de 9. Que NIN saque un disco siempre es buena noticia, y eso que a principios de este siglo casi lo dábamos por acabado y ahora saca un trabajo por año como quien dice. Además, muestra de su buena salud creativa es el hecho de que, como siempre, Reznor no se estanca y sigue arriesgando con algo que nada tiene que ver con lo inmediatamente anterior.

Pero también tengo que decir que aunque me gusta, cómo no podría gustarme, echo en falta algo más de calidad -partiendo de el hecho de que todo lo que hace NIN tiene una calidad mínima que ya la quisieran muchos-. Me refiero a que tanto tema acaba, para mí, dispersando el conjunto, y que ni mucho menos tienen la elaboración que tenían, por ejemplo, aquellas canciones instrumentales que salpicaban The Fragile.

Dejando a un lado la impresión que me da -y que ya he comentado aquí antes- de que, aunque está muy bien que Nine Inch Nails publique discos y que sus fans se lo agradecemos, el ser tan prolífico últimamente va en detrimento de la calidad de sus trabajos; y ninguno de los últimos, por muy buenos que sean -y lo son-, resiste la comparación con los de los años noventa en riqueza de arreglos, de texturas, de sensaciones y de profundidad en general. Como digo, dejando a un lado eso, la publicación de Ghosts I-IV me da pie para hablar de otra cosa. De hacia dónde se encamina el mundo de la industria discográfica.

Y es que Reznor ha publicado este disco directamente en su página WEB, como antes hicieran Radiohead o él mismo con su colaboración con Saul Williams. La primera parte se puede descargar de forma directa y gratuita, y el disco completo en distintos formatos a precios irrisorios -sobre todo para los europeos teniendo en cuenta cómo está el cambio del dólar últimamente-. Pero el detalle que a mí me parece más importante en este caso es que Ghosts I-IV ha sido publicado bajo licencia Creative Commons. Según ésta, el disco se puede copiar, distribuir e interpretar libremente, siempre y cuando se respete quién es el autor, no se haga para uso comercial y si se hacen obras derivadas -que se puede- que se respete la licencia original en ellas.

Esto supone un paso más en el cambio general que está sufriendo el mundo de la industria musical. Un paso en el buen camino. ¿Qué discográfica, por muy grande que sea el artista del que se trate, hubiera permitido a un grupo sacar un disco de 36 temas instrumentales? Las razones son muchas, e incluso lógicas: el coste de producción frente a las pocas expectativas de que algo tan "raro" dé muchos beneficios, la teoría de que el mercado y el público no puede asimilar tanta información de golpe -recordemos que NIN en menos de tres años ha publicado tres discos, uno de ellos doble e instrumental-, etc.

Sin embargo las discográficas ya no son necesarias, se pueden obviar. Los grupos pueden editar todo aquello que se les antoje y publicarlo y distribuirlo ellos mismos a través de Internet. Todo ese material inédito que se queda en el tintero y por el que nunca apostaría una discográfica, todas esas obras que podrían sacar los artistas cuando están en su mejor momento creativo y que no salen porque la productora piensa que se saturaría el mercado, toda esa creatividad que se echa a perder porque a los grupos no se les permite experimentar y se les presiona para que den más de lo mismo que les hizo triunfar en un primer momento...

Pero esta cara también tiene su cruz. ¿Quién pone ahora filtros o límites? Antes era la discográfica, eso sí, con una intención claramente comercial. Ahora son los propios artistas, que no son nada objetivos y que además se suelen rodear de pelotas que están constantemente diciéndoles que todo lo que hacen está bien, los que decidirán qué editan y qué no. Es decir, a partir de ahora nos vamos a encontrar rondando por ahí cada vez más pajas mentales del flipado de turno. A mí me parece genial que esto esté cambiando en esta dirección, pero poco a poco nos va a ser más difícil diferenciar el grano de la paja. Eso sí, dependerá de nuestro propio criterio, como debe ser.

Ghosts I-IV me gusta, pero es sin duda una obra menor. Trent, tómate un descanso, el tiempo que necesites, y vuelve a deleitarnos con una obra maestra indiscutible de las tuyas, de esas que después de mil escuchas aún les encuentras algo nuevo.

miércoles, febrero 13, 2008

Once

Entrañable Once, película musical que más parece un videoclip de 80 minutos, y que a mí me recuerda precisamente a lo que se hacía para promocionar la música cuando no existía la MTV, aquellas películas de los años 50 y 60 -pienso ahora en Elvis o en los Beatles- en las que se escribía un guión a la medida para encajar las canciones de la última obra del artista de turno y que hacían las delicias de los fans. En ese sentido nada nuevo bajo el Sol, aunque quizá sí que se reinventa el género de alguna manera, ya que hoy por hoy no se necesita de este tipo de promoción y, por tanto, la película adquiere sentido por sí misma.

Aunque no cabe duda de que la promoción le va a venir muy bien a Glen Hansard, protagonista y principal compositor e intérprete de las canciones, el cual, por lo que he podido leer, es un músico Irlandés de cierta relevancia, miembro del grupo The Frames -del que salen algunas canciones de la película- y que también ha editados discos en solitario, el último con Markéta Irglová, coprotagonista de Once, que es la base musical de toda la película. Como anécdota decir que Hansard tuvo un papel en aquella mítica película que fue The Commitments -tiro de Wikipedia, condenadme-.

Once relata la historia de un músico callejero que conoce a una inmigrante checa, la cual también hace sus pinitos en música tocando el piano cuando puede. Juntos entablan una amistad en torno a la música que les llevará a componer y grabar juntos. En contra de lo que en principio podría parecer, la película no trata de una relación o una historia de amor sino, a mi entender, del proceso de creación musical. De forma muy superficial, por supuesto, pero quizá sea la aproximación más cercana que yo recuerde que se haya hecho en celuloide -olvidemos la horrible Tú la Letra y Yo la Música-. No puedo dejar de identificarme con la imagen del protagonista en un rincón de su habitación, solo con su guitarra, intentando componer algo con sentido.

Eso sí, también pecan de ciertos estereotipos que me tocan un poco las narices, como el del músico que va a todas partes con su guitarra y todo lo dice cantando; o el hecho de que prácticamente sin ensayar sean capaces de grabar un tema a la primera en un estudio. Parece mentira que Hansard, siendo él músico profesional, se preste a algo que tiene que saber que sencillamente es imposible, pero bueno, supongo que son cosas de la dramatización, si podemos aceptar una película con un tío con calzones azules y capa roja que vuela podremos aceptar esto.

En cuanto a las interpretaciones están bastante bien teniendo en cuenta que no son actores profesionales. Markéta está correcta, pero Glen Hansard destaca claramente, tanto por la interpretación de sus canciones -ahí lo tiene fácil, es lo suyo- como en la expresividad que transmite en su interacción con el personaje de Danuse. Y la dirección, cámara en mano, le da un toque realista que te hace sentirte muy cercano a los protagonistas.

Por último -quizás debería ser lo primero- está la banda sonora. Todo el castillo se desmoronaría si la calidad de las canciones no aguantara el tirón. A quién le guste el estilo -y a mí me gusta el pop singer-songwriter, lo confieso- le gustarán sin duda estas canciones que, aunque al principio se hacen un poco cargantes, tienen un nivel bastante alto y son las que sostiene la película y a sus protagonistas y sus sentimientos. Aunque esto también tiene truco, porque es más bien un grandes éxitos de la trayectoria reciente de Glen Hansard, en solitario y con The Frames.

Resumiendo: bienintencionada, autocomplaciente y en general muy entrañable. Yo la recomiendo a quien le guste la música y las historias sencilas y sin pretensiones.

lunes, febrero 11, 2008

Esas cosas no las ves venir

Vi No Country For Old Men sabiendo que me iba a gustar. Las críticas generalizadas afirmando que era lo mejor que habían hecho últimamente -lo cual tampoco es decir mucho, luego hablaré de eso-, unidas a mi querencia por el cine de Ethan y Joen Coen me predisponían a verla con buenos ojos. Aunque esto no significa que la haya visto de forma acrítica, puesto que también es cierto -y lo digo sin jugarme la vida- que toda cara también tiene su cruz: cuantas más expectativas pones en algo más fácil es que te decepcione.

No es el caso. No Es País Para Viejos te atrapa desde el principio en su espiral de violencia tan gratuita como imparable. Posiblemente sea una de las más violentas de toda su filmografía, si no la que más. Pero eso no es algo malo, precisamente el sinsentido de la crueldad y la muerte es lo que da sentido a esta obra, y los Coen así nos lo muestran a lo largo de las dos horas que dura.

Con un ritmo lento pero perfecto y constante, y casi sin música, lo que hace más crudo aún el relato; la película va evolucionando de una, para mí, típica persecución por dinero -salpicada de episodios de acción con muy pocos diálogos-, hacia otro tipo de película casi sin darte cuenta, donde los diálogos son la miga del asunto, lo que le da sentido a todo el conjunto, y la violencia prácticamente se ha desvanecido dejando tan sólo el poso de lo absurdo que tiene.

Técnicamente la dirección es impecable, como no podía ser de otra manera. En cuanto a los actores sólo se puede decir una cosa: Javier Bardem. No tengo claro si poner cara de póker la mayor parte del tiempo con alguna que otra escena un tanto histriónica de más es una buena interpretación o no, pero de lo que no me cabe duda es que la presencia de Bardem es el centro de todo el film, que impresiona, y que sin él se desmoronaría completamente. Fijo que se lleva el Oscar, porque el papel está hecho para eso, y será un mérito compartido, tanto de Bardem como de los Coen en la dirección de actores. Por lo demás Josh Brolin está más que correcto, Tommy Lee Jones en el papel de Tommy Lee Jones y un Woody Harrelson, para mí, desperdiciadísimo.

En general es sin duda una gran película, tiene toques de Gran Cine -así, con mayúsculas- de los que no voy a hablar para no desvelar cosas; lo mejor que han hecho desde aquella maravillosa El Hombre Que Nunca Estuvo Allí. Atrás quedan sus dos últimos trabajos, las correctas, con algún punto de genialidad pero decepcionantes si las comparamos con el nivel al que nos tenían acostumbrados, The Ladykillers y Crueldad Intolerable.

Aún así, y a pesar de que No Country For Old Men está repleta tanto en los diálogos como en algunas escena del humor tan negro marca de la casa, yo prefiero a los Coen del guión original y no de las adaptaciones por las que les ha dado últimamente -¿falta de ideas?-; como en El Hombre Que Nunca Estuvo Allí que acabo de mencionar, Fargo o la obra maestra -de la que ya hablé aquí- que es Barton Fink, por mencionar sólo algunas.

lunes, noviembre 26, 2007

Going to a Rufus concert

Tremendo el concierto de Rufus Wainwright en el Festival de Jazz de Cartagena el pasado 9 de noviembre. No tengo palabras. Pero que no cunda el pánico, intentaré encontrarlas. De hecho llevo días queriendo escribir sobre ello pero necesitaba tener un hueco lo suficientemente relajado como para concentrarme, porque de Rufus, claro, no se puede escribir de cualquier manera.

Llevo años escuchando su música, sobre todo los discos Want One y Want Two -que siempre me parecieron tan excesivos como maravillosos-, pero cuando realmente lo flipé fue con su último disco, Release The Stars -producido por Neil Tennant, de los Pet Shop Boys-, y su peloscomoescarpiador primer single Going To A Town. Así que en cuanto me enteré de que actuaba cerca corrí a comprar las entradas -30 euros y aún así acabé en última fila-.

El concierto lo comenzó precisamente con el tema que da título al disco que venía a presentarnos, y que fue toda una declaración de intenciones de por dónde iba a ir la cosa. Una vez colocada la banda Rufus apareció vestido con un traje chaqueta-pantalón rosa a rayas blancas verticales, y comenzó a cantar con esa voz incomparable que tiene acompañado de, además de los músicos, una bola de espejos que descendió sobre él para darle a la actuación más glamour si cabe. Tras este tema se sentó al piano y siguió directamente con el anteriormente mencionado Going To A Town, la que es una de mis favoritas y no pude evitar pensar que si se despachaba esa al principio el resto del concierto igual iba a ser más flojo. No pude estar más equivocado.

Una de las dudas que me rondaban por la cabeza mientras iba de camino era cómo iba a estar configurada la banda para interpretar en directo las barrocas orquestaciones de sus discos. Lo cierto es que, aún siendo amplia, vi una configuración más reducida de lo que esperaba. La verdad es que no me imaginaba cómo con un batería, un bajo y contrabajo, dos guitarristas y tres músicos a los vientos -además del piano de cola y la ocasional guitarra acústica y española de Rufus-, y sin ninguna cuerda, iban a poder tan siquiera acercarse al sonido del disco. Pero sí, lo cierto es que los vientos suplían perfectamente a las cuerdas y el sonido era tan genial y grandioso como era de esperar.

Además el nivel musical de la banda era tremendo. No sólo eran buenísimos cada uno en lo suyo, sino que algunos cambiaban según la canción de instrumentos de forma que uno de ellos lo mismo tocaba el saxofón, que la guitarra, que el piano de cola. Por no hablar del propio Rufus que, si bien chapurreaba más que correctamente la guitarra, me sorprendió como virtuoso del piano. No esperaba que fuera tan bueno.

La actuación estuvo centrada en los temas de Release The Stars, lo cual yo le agradecí mucho, presentándonos la marchosa Between My Legs, de estribillo impagable y para la cual subió una invitada del público a cantar con él la parte final; la preciosa Nobody's Off The Hook que interpretó al piano; o por último, por nombrar sólo algunas, la tremendísima Slideshow con la que a mí me daban ganas de saltar sobre las butacas, con ese estribillo tan infinito y grandilocuente que tiene.

Además también repasó otros temas emblemáticos de su carrera -aunque tengo que decir que eché de menos la estupenda versión que hace de Hallelujah de Leonard Cohen-, como I Don't Know What It Is, o The Art Teacher -preciosa, él solo al piano salvo cuando entra la trompa con su sonido tan evocador- o 14th Street con la que despidieron la segunda parte del concierto y en la cual los músicos se fueron retirando uno tras hacer un solo con su respectivo instrumento.

Porque una cosa que me llamó también mucho la atención fue la estructura del concierto. El espectáculo estaba dividido en tres partes. Entre la primera y la segunda hubo un descanso de unos quince o veinte minutos, y luego vinieron los bises, que más que bises, como digo, fueron una tercera parte más del concierto, que tuvo una duración total, incluido el descanso de, agarraos, tres horas.

En la segunda parte Rufus, para sorpresa de propios y extraños, abandonó el traje rosa para salir vestido de tirolés. Ahí es nada. Además de sus canciones aquí interpretó, junto a su madre que salió a acompañarlo al piano, algunas canciones de Judy Garland las cuales, según contó, estaban incluidas en un DVD homenaje a ella en el que Rufus las interpreta en directo.

Otro gran momento fue cuando nos dijo al público que iba a cantar un clásico irlandés y que, claro, eso había que cantarlo como se debía, es decir, sin micrófonos. Así que un grupo de músicos -vientos y contrabajo- se adelantó a primera línea del escenario, Rufus se apartó del micrófono y así, sin ningún tipo de amplificación, se cantó la canción cual tenor de ópera. Era increíble cómo su voz se oía perfectamente por todo el teatro, llenándolo y envolviéndonos sin ningún tipo de artificio de por medio.

Tras despedirse con 14th Street llegaron los bises. Rufus apareció envuelto en un albornoz blanco que lo cubría de la cabeza a los pies y se sentó al piano para interpretar de esa guisa las canciones. Más temas propios y de Judy Garland -incluido Somewhere Over The Rainbow, de El Mago de Oz, a piano y voz-.

En un momento dado le colocan una silla delante del escenario, él se sienta y comienza a ponerse anillos de brillantes, pendientes, zapatos de tacón y a pintarse los labios de rojo. Acto seguido apagan las luces y cuando las vuelven a encender están los músicos vestidos de traje y puestos en semicírculo alrededor de Rufus que, al fondo, está escondido tras otro de los músicos que lo tapa. Cuando empieza la música -en playback ya que todos están haciendo la coreografía- comienzan a interpretar Get Happy también de Judy Garland imitando tal cual la coreografía original.

Rufus se descubrió con un sombrero, una chaqueta negra larga cruzada que le hacía las veces de minifalda y unas eternas medias negras que le llegaban hasta los tacones. Era divertidísimo ver la torpeza bailando de unos músicos que estaba claro que no valían para eso, en algún momento llegué a temer que alguno se partiera la crisma allí mismo. Sencillamente genial, y en el público estábamos totalmente entregados, al final del número todos nos pusimos en pie a aplaudir a rabiar.

En resumen, casi tres horas de espectáculo, original, divertido, genial, con un nivel musical tanto en las composiciones como en la interpretación muy difícil de ver estos días...

Los 30 euros mejor gastados de mi vida.

martes, noviembre 06, 2007

Cassandra's Dream

No entiendo las críticas que se le han hecho a Cassandra's Dream, la última película de Woody Allen. Confieso que gracias a ellas fui a verla con mucho escepticismo, y quizá eso hizo que, al esperar tan poco, mi sensación final fuese quizá más positiva que en otras circunstancias. Eso y que la inmediatamente anterior, la floja Scoop, no era precisamente para tirar cohetes.

Pues bien, El Sueño de Casandra es una buena película que, en mi caso, me atrapó de principio a fin, arrastrándome a la bajada a los infiernos de los dos hermanos protagonistas.

Estamos, una vez más, ante la enésima revisión que hace el director neoyorquino de Crimen y Castigo de Dostoyevski. Y eso es lo único que se le puede criticar, como ya le critiqué a la magnífica Match Point: que se copia a sí mismo y que estas vueltas de tuerca pueden estar muy bien, pero que donde esté Delitos y Faltas que se quiten las demás.

A parte de eso Cassandra's Dream carece del glamour de Match Point, quizá porque lo nuevo de Allen no se ambienta en las clases más altas sino en un entorno de clase trabajadora, y eso, estéticamente, siempre viste menos. Si a esto le sumamos los toques de fino humor -del bueno- que salpican toda la película, y de los que Match Point carecía, puedo entender que dé la impresión de ser una obra menor. Pero es que sólo Woody Allen es capaz de contar un dramón de estas características y conseguir sacarte la sonrisa en lo que deberían ser los momentos más patéticos. Y creo que mucha gente no ha logrado entender lo que ha hecho el director: reírse con ironía de las bajezas del alma humana. Sin llegar a ser lo mejor de su carrera esta última obra es sin duda digna de mención y de tener en cuenta.

Aunque hay que reconocer también que no se sostendría del todo sin las excelentes interpretaciones de sus protagonistas. Ewan McGregor está realmente bien, como casi siempre, pero Colin Farrell está sencillamente genial, lo mejor de la película. Quizá algo sobreactuado, pero es que precisamente ahí está la gracia.

A todo esto hay que sumarle la preciosa banda sonora a cargo de Philip Glass que envuelve toda la película. Por fin Allen cambia el jazz por una partitura original que le da otro aire a su cine, y eso es de agradecer.

No siempre se puede rodar un Annie Hall, un Manhattan, un Hannah y sus Hermanas, un Desmontado a Harry o un Match Point -parece que va casi a peliculón por década-; pero si Cassandra's Dream es lo peor que sabe hacer Allen yo firmaba ya para veinte más como esta. He dicho.